a espacio suficiente para la segunda conejilla de indias. Ya no podía moverme. El dolor me inmovilizaba.
nosotras. Instintivamente volví a tensarme, pero luego suspiré con ali
re se manten
es porque te lo ganaste - dijo co
la chica. Parecía que le había presionado el tendón. Al
te espera! - dijo el hombre mientras le acariciaba las n
do y examinando algo, y l
me - le
ezó a sujetar a la chica, separándole las nalgas
a prisionera. Pero el grito se apagó bastante rápido. Levanté la mirada hacia la cabeza de la c
ó inmóvil. Rápidamente bajó de la mesa y corrió hacia la
viva. Solo
y se dejó caer al
an demasiada energía. ¡Ne
agos de agua
rato, luego decidieron que con
a no me daba miedo que las ratas me comieran. Ya no temía a las ratas; me parecía que era
con un hedor insoportable, y la humedad y el frío calaban hasta los huesos. Mis mandíbulas se apretaron con fuerza por el miedo, como si este lugar mi
trozaron en un sótano similar. Solo la idea de que estaba de nuevo en este lugar me provocaba un ataque d
verme. Una luz débil entraba por una pequeña ventana en el techo, apenas disipando la oscuridad a mi alrededor. Cada movimie
ría responder. Incluso si apareciera, su presencia ahora
o a poco me volvía loca. Me sentía atrapada, como una bestia salvaje encerrada en una jaula. Pensamientos caóticos sobre escapar se agolpaban en mi cab
ni siquiera traté de entender por qué estaba aquí. ¿Cuándo me trajeron a este lugar? Parecía que lo más fácil sería no recordarlo; los ojos se mantenían cerrados,
Finalmente, reuniendo los restos de voluntad, forcé un ojo a abrirse. Mis párpados estaban pesados, como si estuvieran llenos de plomo, pero lo logré. El se
radora. El pánico empezó a crecer: "¿Me he quedado ciega? ¿Es este otro truco retorcido?" Pero, a pesar de la oscuridad, alg
u presencia. Normalmente, ella aparecía en esos momentos para ayudar
taba de nuevo atrapada, sin ninguna esperanza de escapar. Recuerdos fragmentados afloraron en mi mente: cómo huía, cómo me alcanzaron, cómo esas siluetas oscuras de los perseguidores me atraparon. C
lizaban como arena entre los dedos. Mi cabeza dolía tan
iendo que no obtendría respuestas. Desde lo más profundo, una s
ía paralizando todo mi cuerpo. Pensé en Lana. Ella me había cambiado. Antes, me habría rendido, me habría encogido en un rincón y esperado el final, pero Lana siempre me
s viejas paredes del sótano, cubiertas de moho. Ahora mis sentidos no me engañaban: realmente estaba en un
recía que esos pasos se acercaban hacia mí durante una eternidad. Con cada sonido nuevo, se escuchaban más cerca, más fuertes, más pesados. Escalera. Uno, dos, tres... ción. Hablaban en voz baja, pero no pude captar lo que decían. Sus voces estaban apagadas, como si hablaran intencionadamente bajo para que nadie pudiera escucharlos
idamente. Me quedé sola en este lugar húmedo y podrido, pero ahora