completamente irreal. Como si fuera a propósito, Lana había de
impotencia me llenó los ojos de lágrimas. Solté un
levantó por los brazos, dejándome en una posici
estaban desabrochados, y de su
cara. Como la luz caía más sobre su rostro que sobre la entr
otros planes. Le abrió la boca a la f
cabrón! – grit
labras! – re
me lentamente, como burlándose. Y luego empez
a moverse con embestidas rítmicas. Al mismo tiempo, sosteniéndome
tentaron meterme esa cosa en la boca, y yo simplemente cerré la mandíbula de golpe. Pero me pegaron tan
general más o menos cuerdo, intentaba actuar con cuidado, procurando no causarme demasiada incomodidad o, mucho menos,
vez más acelerado. Me tiraba del cabello, levantándome las rodillas del suelo, y me apretaba co
con ella? - le preguntó a Vahid-. S
té un gemido triste, dejando caer lágrimas. Sentía cómo dos bayonetas alcanzaban mis rincones más profund
rramándose profundamente en mi vientre. Poco después, también alcanzó el orgasmo
ndo en mi boca aún entreabierta. Lloraba, inc
o sin fuerzas. Los hombres se subieron los pant
que todo terminara allí.
bien! - proclamó Vahid
ración me ahogaba por completo, pero justo en ese instante, como por arte de magia, apareció Lana. Bastó c
nica luz en medio de tanta oscuridad, la esperanza salvadora. ¡Qué fe
, por favor! -Las palabras salían disparadas, sin control. En cada sílaba vibraba la esperanza, a
ciega en ella: creía, necesitaba creer, que lo lograría. Me dolían los brazos, las cuerdas
tado - se rindió al fin, con una
el pecho. ¿Qué esperaba yo? El destino, como un bufón cruel, volvía a jugar conmigo. Lana... pobre Lana. Esa criatura santa, siemp
aun así mi mente jugaba conmigo, y por momentos olv
podía infl
ra más que una ilusión, una manifestación fanta
berarme, por much
apretándome, de su violencia brutal... todo mi ser estaba cubierto de un dolor que se extendía como un
e masculina en mi boca y que luego hab
ra con fuerza, sin dejarme respirar ni pensar. Sent
omo si se hundiera en la niebla y la realidad se disolviera en el caos. Solo querí
a era difusa. El dolor no cesaba; se deslizaba de una parte del cuerpo a otra, reco
er pesadilla. Las náuseas me golpeaban de nuevo, desde dentro, como puñetazos, y apenas podía resistir la tentaci
eso había un consuelo extraño. Su presencia m
ron que me venderían. Un nuevo miedo, aún más escalofriante, se instaló en mi pecho. ¿Qué e
or lo menos no te pegaban - dijo Lana en voz baja, con una r
, nadie me destrozaba el cuerpo. Pero eso no significaba que estuviera a salvo. Lazarev podía ser cruel, solo que su crueldad venía envuelta en una cap
a. Su cuerpo frágil siempre quedaba cubiert
nunca se quejaba, pero yo
s ojos, pero sus palabras me cortaban como cuchillas. Por muy duro que f
abía golpeado una vez -
Amir rompió el aire, y su risa me ta
undo de su burla. En sus ojos brillaba algo frío, inhumano. Yo era su pre
ra alguna reacción, su aliento ardiente me quemaba la piel-.
mente dormidas desde la noche. Parecía que no quedaba sangre en ellas. Las cuerdas se me habían incrustado en las muñecas, y cada mínimo movimiento me provoca