ue se relajaba aún más. -Sí... bien-murmuró en voz baja. Presioné más fuerte, apretando el nudo entre mis dedos mientras chupaba suavemente su cuello. Los resultados fueron inmediatos. Ella dejó e
dado pareció desaparecer cuando se permitió apreciar lo que estaba sucediendo. Satisfecho, le devolví el beso. Mi lengua se deslizó más allá de sus labios y la encontró lista para más. Ella me abrazó con más fuerza y yo dejé caer la mano. Tenía un objetivo, sólo un objeti
r alrededor de su centro, trazando cada pliegue y costura. En el momento en que rocé suavemente con mi dedo su sensible clítoris, el cuerpo de Sophia se estremeció. - ¡Oh! - gimió ella suavemente. -Solo espera, cariño. Nos miramos y deslicé un dedo por sus pliegues hasta su entrada, sintiendo nuevamente la barrera en su coño. Ella estaba increíblemente apretada, y mi polla se contrajo al pensar en sentir esa estrechez a su alrededor. ¡Al diablo con esto! Sólo podía imaginar cómo se frotaría contra mi eje mientras yo me balanceaba contra ella. Por un momento estuve tentado de ceder y seguir adelante. Mi mente estaba produciendo imágenes de mí golpeándola. Pero l
bello. - ¡Ay dios mío! -jadeó, con la voz baja por el deseo. -Oh Dios mío, hazlo otra vez. Oh, eso quise decir. Sonreí y obedecí, sólo para poder escuchar ese maldito gemido. Pero no decepcionó y esta vez llegó más alto. Acaricié ese punto repetidamente, mientras chupaba su protuberancia hinchada al mismo tiempo. Cualquier resto de nerviosismo que pudiera haber tenido había desaparecido hacía tiempo. Ella gimió y se movió con completo abandono, perdida en el placer que le estaba proporcionando. Supe que estaba cerca cuando las palabras salieron de ella en un flujo incoherente de pensamiento consci
y clavó las uñas en mi camisa. Esta vez, no usé mi boca de inmediato, demasiado fascinada por sus expresiones faciales y su reacción inicial. Con los ojos cerrados, las largas pestañas oscuras resaltaban contra la palidez de su piel. Su pecho subía y bajaba con cada respiración. Dejé un rastro de besos húmedos por su vientre y capturé uno de sus tentadores capullos entre mis labios. Chupando con avidez, enterré mis dedos profundamente, usando la palma de mi mano para presionar contra su clítoris. La fricción la volvía loca. Ella empezó a luchar contra mí otra vez. Sus suspiros y gemidos eran una hermosa c
vino no hizo ningún ruido. Su boca se abrió en una 'O' perfecta mientras se retorcía y se estremecía contra mí. La toqué con los dedos durante su orgasmo, gruñend