". (Y sí, lo era). -¿Y estás aquí por primera vez? - Sí. -No pensé que hablaras en serio sobre ser virgen. La humillación regresó con toda su fuerza. -Sí, lo decía en serio -murmuré. -¿Por
-¿Por qué tengo más suerte contigo que con él? -No lo subestimes-dijo Joe. -Benji puede parecer inofensivo, pero no lo es. Quizás haya pagado por una noche, pero no te dejaría ir tan fácilmente. La idea me revolvió el estómago. Fue un escenario aterrador que no había considerado. -Aprecio que hayas intervenido y pujado por mí. Pero ¿cómo puedo creer que eres mejor que él? ¿Y que no harás lo m
en sus ojos mientras desabrochaba las mangas de su camisa blanca. Los enrolló, revelando una colección de tatuajes que no esperaba. De hecho, tardó unos segundos en comprender lo que había dicho. Estaba demasiado ocupado mirando. No, no estaba mirando. Me controlé y puse mis ojos donde debían estar, hacia adelante. -¿Y si no lo pido? - Me mantuve firme mientras él entraba nuevamente en mi espacio personal. Él sonrió: "Oh, lo harás". Sin previo aviso, metió la mano en mi cabello, agarró mi nuca y me atrajo hacia un beso intenso. Mi cuerpo estaba pegado al suyo y tuve que agarrarme de sus brazos para estabilizarme. Podía sentir los pla
ra. Y por mucho que me odiara por ello, una parte de mí estaba entusiasmada con la idea. 6- Joe El maldito virgen. Realmente no debería haberla tocado. No así, no después de comprarlo en una subast
rruga o lunar ocasional. Al diablo con esto. Al diablo con esto. Deseaba a esta mujer más que a cualquier otra en mucho tiempo. Sólo verla allí desnuda fue suficiente para ponerme la polla dura y el corazón ligero. Su piel se sentía como seda bajo las yemas de mis dedos. Incluso el más mínimo vistazo a sus pechos y su coño me ponía nervioso. Fue difícil no doblarla y follársela allí mismo. Quería que fuera difícil para ella sentarse, al menos por unos días. A mi pene le pareció una gran idea, pero y
uerer tomarla y protegerla en igual medida. Tarde o temprano ella sería mía. Todo mio. - ¡Acuéstate! -Ordené con la voz ronca por nuestros besos. Lentamente, ella se apartó, sus grandes ojos marrones llenos de preocupación. "E-está bien." La vi subirse a la cama y mis ojos siguieron cada curva y ángulo d
tó ver el rubor correr por sus mejillas, por su cuello y hasta su pecho. Sus pechos eran redondos y alegres, lo suficientemente grandes para llenar mis manos sin desbordarse. Pude ver que sus pezones estaban duros y eso hizo que mi p