desconocidos. Me aseé y me vestí mecánicamente, sin mostrar emoción alguna. Y bajé a desayunar. Aunque debido a los nervios que sentía, se me hizo un nudo en el estómago
í para presumir ante mí o porque de ve
la parada de autobús. Una tortura de silencio constante. Y yo sin saber qué hacer o qué decir. La
jes con el móvil. ¿Serían para su novio o para sus amigas de Salem? Aunque le preguntase, ella nunca me lo diría. Pero
que Pamela me sonriera y devolviera el saludo con el mismo entusiasmo. Pensándolo bien, Rebecca no tenía ningún am
cabó de observar tan extraño espectáculo de amistad. Parecía tan interesa
Hocke ¿sabes? ―respondí
afiante otra vez y añadió―. Parece tonta
bes? Ni siqui
unto. No le dije que esa era exactamente la misma impresió
me ya que en el instituto siempre procuraba mantenerse alejada de mí. Un día me había explicado que era porque yo no era popular y ella sí. Por lo que no podía permitirse
de ella y pegada a mis talo
ntermedio. Y Pamela, como ya tenía asumido que éramos amigas, se sentó a mi lado. No es que me encantara su compañía pero en una situación así debía aferrarme a lo q
, a veces es un poco brusca ―le di
elo, miró atrás un segundo para volver a verla, cuando lo hubo
pudieran coexistir en la misma frase. Pero lo de
populares ―seguía hablando fascinada, lo cual em
rictamente prohibido pero no tenía por qué saberlo―.
tar sola y lo prefería antes que seguir a
e lo diría ―dijo P
pensando e
no conozco el instituto ―Intentaba zan
jos expectantes clavados en los míos. Qué pesade
lusión tenerla de guía pero al menos me servirí
cuáles eran los baños que no se podían usar por estar averiados o porque era donde se escondían los del periódico escolar para espiar a la gente. Yo apoyé mi espalda en
ía que pasé por allí. Un día no había sido suficiente para adaptarme. El edificio tenía casi el mismo tamaño que el de Salem. Y aun así, est
nuestra clase ―me di
miraban al pasar. Nadie se había dado cuenta de que era nueva allí, lo cual me agradaba ya que siempre he preferido pasar desapercibida entre la multit
entrar en el edificio. No había ido con nosotros en el autobús. Él tenía su propi
nuestra clase ―Pamela se había
ué.
áfico, creo. No le
onrisa volvió a su rostro y ambas entramos al edificio. Siempr
nte, al igual que en el exterior, iba y venía por las docenas de pasillos que componían el edificio sin percatarse de mi presencia. Casi como robot
aula. En cuanto cruzamos el umbral de la puerta, un par de chicas
to. Así que busqué un sitio libre para sentarme. Lo encontré, el único pupitre vacío se encontraba en
se sentaba a mi lado―.
in ir más lejos. Opté por lo segundo ya que mi sarcasmo no era una
on. Acabo de mudarme con
sión horrible... ―¿De qué conocía mi cas
biese sido mejor que me ahorrase la pregunta. Pero
es que yo no viviría en una ca
uella palabra con una s
a acababa de entrar en la estancia y veinte pares de ojos
Hall, ¿no deberían habérmelo contado antes? Estaba segura de que no había sido un suceso reciente ya que la casa estuvo deshabitada hasta que llegamos nosotros y dada la eficacia de los medios de comunicación actuales, si hubiera pasado algo fuera de lo común aquí, lo hubie
r. Me había pasado la mayor parte del tiempo perdida en mis p
la y enseguida me repuse lo suficiente como para ir con Pamela a conocer a sus am
u habitual sonrisa. Aunque era allí donde tenía que estar, con o sin intenci
tan bien. Todas llevaban ropa de marca, las típicas niñas pijas vamos. Conmigo allí debíamos parecer un grupo muy extraño ya que yo nunca me fijaba en las etiquetas cuando i
s en las escalera
que sería el almacén de mantenimiento. Al lado de las escaleras estaba el chico en silla de ruedas que había visto cuando ll
te vas a dar una vuel
a él le importara mucho el irse de una manera tan repentina. No pensé más en ello e intenté concentrarme en la insustancial conversación que habían empeza
o a mi cerebro y empezaron a recorrer el patio discretamente. ¿Qué buscaba? No, la pregunta correcta sería a quién. El chico de la silla de ruedas se había adueñado del extremo opuesto del patio. Como en cualquier in
No lo veía desde que sonó el timbre y salimos del aula. Todos los demás chicos de mi clase estaban allí exce
se me pasó por la cabeza que pudiera dar
car información utilizando un truco sucio―. ¿Os habéis fijado alguna v
quieres
dólares a que aquí asistía todo el mundo al recreo y que n
ue mis amigas sospecharan cual era la pregunta que quería hacer re
rando a su alrededor―. En estos
uié
a a todas partes como si fuese su
lar cada una lo que le correspondía con una precisión que me
apuntó Pamela―. ¿Ryan no se sienta a tu lado en clas
h,
ota lo es también. Por
o, ¿era mentira? Antes de que pudiera pensar más en ello