d que casi la asfixiaba. Cada palabra que él pronunciaba parecía cargar con un peso tan grande que la h
unto estaba dispuesta a ir. La tensión entre ellos era palpable, como si el espacio entre sus cuerp
calmadas, el hecho de que no lo mirara a los ojos, que su mirada estuviera fija en un punto lejos
sonando bajo sus pies, pero su determinación no flaqueó. Sabía que las palabras que
mente. -Pausa. La respiración de Alexander se hizo más audible. Isabella notó cómo su mandíbula se tensaba, cómo s
sus ojos se encontraron con los de ella. Por primera vez, vio algo
de él estuviera luchando por no ceder. Por no decir lo que tanto había guardado.
iguieron iban a ser cruciales, se adelantó
ocurrió aquella noche. -Su voz era suave, pero fi
cuando finalmente habló, sus palabras fue
Isabella. -Sus palabras cayeron en el aire como una bomba, una explosión de realidad que no dejó espacio para más dudas. La
que acababa de escuchar. Su voz tembló por la magnitud de la revelación, pero
ojos, como si las
as cosas... para exponer lo que realmente somos. Y eso nunca fue aceptado por mi padre. Por la familia. Por los que controlan todo esto. -Una risa amarga escapó de sus labi
más sobre los oscuros secretos que Alexander había estado guardando, y la historia detrás de la fachada qu
ilia? ¿De lo que hicieron a Samuel? -La acusación estuvo
evidente en sus ojos. Por un momento, pa
mpresa. Me empujaron hacia un mundo de poder y dinero, y yo... yo creí que podía controlarlo. Pero lo único que hice
esta fuera tan devastadora. Alexander Blake no era el hombre que ella había creído que era. Y, al mismo tiempo, su
on todo esto? -preguntó, su voz más suave, pero aún llena
a de cansancio y dolor. Como si estuviera a punto de ro
la verdad a la luz. Lo que más temía era que me enfrentara a lo que soy, a lo que he hecho. Y ahora, aquí estás
cía que había más en él, algo que él aún no había revelado. Pero sabía que
importa lo que tu familia quiera. Si realmente te importa la memoria de tu her
cia la ventana, donde la ciudad continuaba su incesante marcha. Había algo en su rostro que parecía decir más que mil palabras. La lucha interna q
io un paso hacia ella. Su rostro estaba más serio que
os a expone
, pero sabía que la guerra estaba lejos de terminar. De ahora en adelante, las sombras que habían cu