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Historia

Capítulo 4 La sensación de perderlo todo

Palabras:1288    |    Actualizado en: 12/09/2024

Et

a que me atrajo sin poder evitarlo. Pero había algo más: estaba ebria, tropezando con sus propios pies. Y él... ese maldito tipo no dejaba de tocarla. Su mano s

ía per

Lo empujé con tanta fuerza que cayó

ertenece -gruñé, con mi vo

plicar. Tal vez fue la mirada en mis ojos, o tal vez supo que no

jos borrosos y brillantes de alcohol me recorri

s aquí? -preguntó c

ue la veía así, perdida en el alcohol, escapando de algo que aú

casa -dije, sin dej

, su vulnerabilidad, era fuerte, y un nudo de protección se formó en mi pecho. Habí

ó contra mí, su aliento cálido y adormilado rozando mi cuello. Sentí sus manos pe

ó, medio dormida, con una v

hasta mi cama. La recosté con cuidado, asegurándome de no hacer ningún movimiento brusco que la despertara por completo. Pero entonces, sus ojos

ando una mano tembloros

ia mí y la besé, profundo, y desesperado, como si ese beso pudiera sanar tod

te, entre risas y respiraciones entrecortadas. No era perfecto, pero eso no importaba. Lo único que importaba era ella. Su calor, su cercanía. Nos pe

quedamos allí, tendidos juntos, respirando en sincronía. Sentí su respiración tr

ñana si

de algo más, una mezcla de felicidad y tristeza que no podía sacudir. Me giré para verla, su rost

mí como un balde de agua fría. Se vistió en silencio, c

e -dijo, sin mirarme, sus dedos jug

e detuvo por

mi voz neutral, pero no pude evitar el t

listo -murmuró, como si me contara alg

sé por qué. Quizás por miedo al rechazo, o quizás porque sentí que no teníamos futuro. Despu

dije, con las palabras pesa

s. Esta vez no fue un beso apasionado ni lleno de deseo, fue desesperado, como si intentara aferrarme

a no dijo nada, y yo tampoco. Al llegar, ayudé con sus maletas

como si fuéramos conocidos en l

lmente, y con esas simpl

Pero no lo hizo. Y entonces, la soledad me golpeó como un puñetazo en el estómag

a mi departamento, el vacío me devoraba. La cama seguía deshecha, el olor de su piel aún impregnaba

hacerlo, pero algo me lo impidió. Tal vez era el miedo a arruinarlo todo

, Ethan -murmur

omo un fantasma. Cada rincón, y mueble, me recordaba a ella. La mesita del recibidor donde nos habíamos be

desde el fondo. Tomé un vaso y me serví un trago generoso. El alcohol quemó

cómo su risa iluminó la habitación, cómo su energía me atrapó desde el primer momento. Recordé cómo nuestra relación se de

más que v

rta de embarque volvió a mi mente, como un eco persistente. La vi marchars

que debería haberla detenido. Pero ahora, sentad

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