Et
a que me atrajo sin poder evitarlo. Pero había algo más: estaba ebria, tropezando con sus propios pies. Y él... ese maldito tipo no dejaba de tocarla. Su mano s
ía per
Lo empujé con tanta fuerza que cayó
ertenece -gruñé, con mi vo
plicar. Tal vez fue la mirada en mis ojos, o tal vez supo que no
jos borrosos y brillantes de alcohol me recorri
s aquí? -preguntó c
ue la veía así, perdida en el alcohol, escapando de algo que aú
casa -dije, sin dej
, su vulnerabilidad, era fuerte, y un nudo de protección se formó en mi pecho. Habí
ó contra mí, su aliento cálido y adormilado rozando mi cuello. Sentí sus manos pe
ó, medio dormida, con una v
hasta mi cama. La recosté con cuidado, asegurándome de no hacer ningún movimiento brusco que la despertara por completo. Pero entonces, sus ojos
ando una mano tembloros
ia mí y la besé, profundo, y desesperado, como si ese beso pudiera sanar tod
te, entre risas y respiraciones entrecortadas. No era perfecto, pero eso no importaba. Lo único que importaba era ella. Su calor, su cercanía. Nos pe
quedamos allí, tendidos juntos, respirando en sincronía. Sentí su respiración tr
ñana si
de algo más, una mezcla de felicidad y tristeza que no podía sacudir. Me giré para verla, su rost
mí como un balde de agua fría. Se vistió en silencio, c
e -dijo, sin mirarme, sus dedos jug
e detuvo por
mi voz neutral, pero no pude evitar el t
listo -murmuró, como si me contara alg
sé por qué. Quizás por miedo al rechazo, o quizás porque sentí que no teníamos futuro. Despu
dije, con las palabras pesa
s. Esta vez no fue un beso apasionado ni lleno de deseo, fue desesperado, como si intentara aferrarme
a no dijo nada, y yo tampoco. Al llegar, ayudé con sus maletas
como si fuéramos conocidos en l
lmente, y con esas simpl
Pero no lo hizo. Y entonces, la soledad me golpeó como un puñetazo en el estómag
a mi departamento, el vacío me devoraba. La cama seguía deshecha, el olor de su piel aún impregnaba
hacerlo, pero algo me lo impidió. Tal vez era el miedo a arruinarlo todo
, Ethan -murmur
omo un fantasma. Cada rincón, y mueble, me recordaba a ella. La mesita del recibidor donde nos habíamos be
desde el fondo. Tomé un vaso y me serví un trago generoso. El alcohol quemó
cómo su risa iluminó la habitación, cómo su energía me atrapó desde el primer momento. Recordé cómo nuestra relación se de
más que v
rta de embarque volvió a mi mente, como un eco persistente. La vi marchars
que debería haberla detenido. Pero ahora, sentad