th
-preguntó el juez frente a nosotros, su mirada s
ada hace mucho tiempo en su mente. Sin vacilar, tomó la pluma con la misma rapidez qu
e por terminar. Firmó los documentos que marcarían el
brillo que solían tener cuando me miraba. Pero no había emoción. Solo determina
firma no solo me separaba de Victoria Blackwell, mi exesposa, sino que cerraba la puerta a todos los recuerdos que compartimos. Ahora volvería a usar su apellido de soltera. La división de bienes s
n tiempo habíamos sido inmensamente ricos en amor. Eso, al menos, parecía cierto en algún mo
a. Su belleza era deslumbrante, como un atardecer que nunca deja de sorprender. Cada vez que sonreía, iluminaba la habitación; y cuando me m
ntras yo me las ingeniaba para hacerla reír con mis chistes malos. Siempre lograba sacarle una sonrisa, aunq
yo los declaro oficialmente divorciados -la voz del juez rompió e
uvioso. Era como si el universo nos advirtiera de lo que estaba por venir, pero éramos jóvenes y estúpidos, cegados por el amor. Nos casamos bajo la lluvia, sin importarnos mojar
ar, pero en una dirección completamente opuesta. Era como si ahora estuviéramos corrigiendo el error que habíamos come
te jamás -dijo Victoria, extendiendo su mano hacia mí, sellando
-respondí, tomando su mano. Intenté mantener una sonrisa, aun
. Observé cómo su silueta desaparecía a lo lejos, preguntándome si alguna vez habíamos tenido una op
ictoria peleando con el suyo. E
ener el sarcasmo como escudo. Ella se giró para m
rranca -espetó, dándole
a dicho innumerables veces que llevara su coche a revisión
ancará -dije, acercándome-. Abre
. Comencé a revisar el motor y vi que el proble
el coche rugió con vida. Ella
ejor exesposo -dijo c
eva esta cosa al m
é. Adió
o. No era tristeza, exactamente, pero algo en mí sabía que ese sería el ú
a la casa que una vez compartimos. Aún quedaban algunas cosas por recoger antes de que todo se ven
con una botella de champán en la mano,
libre! -dijo con una risa exa
que recoger mis cosas -res
as aceptado vender la casa.
ue Victoria se quedara con la mitad de la casa -expliqué
bueno con ella,
o tan bueno, todaví
on atrapadas en su garganta cuando notó que Victor
la con desdén, pasando
lante. Había algo casi cómico en la situación, dos exespos
eguntó uno de los empleados, soste
o que parecía tan simple y feliz, antes de que todo se complicar
dijimos a
os dirigimos a nuestras respectivas habitaciones,
er a ver a Victoria. Sabía que ese sería
ara mi "nueva libertad"-. Al fin te has librado d
endo que mi vida, por fin, est
e nuevo. Y por primera vez en mucho tiempo, sentí que tal