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Historia

Capítulo 3 3.

Palabras:2818    |    Actualizado en: 06/08/2023

ara que explote, cosa que admito he estado a punto de hacer un par de veces. Sin embargo, no le he dado el privilegio,

n una sonrisa en el rostro que se desvan

saludo con una sonri

—ironiza, riéndose—. —En fin, tenemos trabajo que hacer. Nos han pedido mesa de postres

o porque la filipina le cubre un poco el trasero. Sí, bueno, tengo que admitir

o que no hay ninguna como ella: fuerte, decidida e imponente. Incluso me sorprende que sea

los vendedores afuera, por favor

esponde y obedece,

es por favor —murmuro cuando se c

pedestal en el que crees estar,

regunto—. ¿Admite que

rma diferente. Eso es todo —aclara, concentrándose

sa? Porque eso sería

ño”? Creo que tene

entrega una lista con los detalles de la mesa de

bsoluto —le digo, tocando su mano al tomar la

responde, enderezándose en su lugar y cruzándose de brazos pa

a Herrera —canturreo a modo de

scarme la lengua y ponernos manos

o el doble sentido, ganándome una mirada fulminante por parte

ate y el ganache para el relleno del pastel —informa y luego me explica qué tip

lo mismo para hacer los cupcakes y todo lo demás. A los minutos, a

n la buttercream. Ve preparando las decoraciones en fondant —

ara que no diga nada. Yo alzo las manos en señal de paz y

favor? Ya tengo el merengue listo —pide a los mi

licuadoras a toda mecha, el ir y venir de la gente y el murmullo de mis compañeras de trabajo. Todo se va a acumulando y tiende a asfixiarm

no puedo evitar sonreír al ver mis creaciones. También hago algunos emoticones de ba

í necesito que me ayudes a deco

y noto un asomo de sonrisa qu

en, Díaz,

a todos. Se nota el aprecio que le tienen y, honestamente, eso me cabrea. Tendré que estar m

nos. Me acerco a su puesto de trabajo para ayudarl

ayúdame a verter la cre

u mano sobre la mía, alejándola de inmediato al notar que nos hemos rozado s

tómala —dice

tra —respondo, ignorando el

volviendo a ser la mujer imponente que es—. Yo

e, empezamos a usar las mangas pasteleras para hacerle

ce ella, mirando el reloj en su teléfono y entonces parece leer algo bueno porque le

go? —pregunto y lueg

etiche, m

Se va a mudar con mi familia mientras se establece —me explica con ojos cri

la no es de aquí? Por eso podría ser

y yo acerco mi dedo pulgar para limpiarla. Me doy cuenta de ese gesto cuando se me queda mirando y al

onriendo—. Puedes tomar tu hora libre ahora, que he

—conc

eso?, me pregunt

así por unos segundos, yo analizando su rostro curvado de mejillas regordetas y sonrosadas, sus ojos redondos del color del

e algo a Federica, pero no puedo escuchar porque todo el ruido de mí alrededor llega a

ro sin mirarla directo a los ojos. Ella afirma con la ca

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ería. Tanto así que en su típico saludo matutino, no me agre

ecuerda al chocolate derretido. No lleva maquillaje, como siempr

ue sacudo mi cabeza y agradezco en mi inter

de ella está justo a mi lado y se alza de puntitas para alc

s de gastronomía hoy —comenta, contenta—. Ni tú ni nadie puede amargarme el día

le arruino los días. Admita que se los mejoro —bromeo, recargándome de los

on un ligero nerviosismo—. Manos a la obra, señor

no es mi jodido trabajo. Sin embargo, no se lo demuest

sta atención a mis bromas, hoy no está estudiándome con la mirada como el r

amos mucho, pero la mocosa siempre ha estado para mí hasta

ó más luego de… la muerte de mamá. Sin embargo, cuando nuestro padre supo que yo quería dedicarme a la pastelería,

el chófer porque preferí eso a que me comprara un carro. Joder, no. Eso lo compraré con el dinero que yo me sude, no con el del traidor de mi hermano. Nos apoya con el mercado

a, v

oz y alzo el rostro, encontrándome con

omo pastelero y te bajaron el cargo a cajero? —p

edo hacer una escena aquí, no va a obtener lo que

regunto, forzan

o como si fuese mi salvación—. La chef

agrego en su oído—. Le cobr

Ella me sonríe y toma mi puesto, siendo esa mi señal para volver a mi verdadero lugar de trabajo. Federica a

Maldita sea, pienso. ¿Por qu

para buscar mi ropa y me adentro en el baño, mirándome en el espejo. En la mirada se me nota el cóctel de emociones que llevo

y cualquier cosa puede ser la aguja q

uien se me acerca. Respiro hondo porque tengo que controlar mi temperam

, ¿est

orma. Siempre he sido Sebastián, señor Díaz o niño bonito para ella y que me nombre así se

ería? —pregunto, sonando un poc

or a la caja y tu actitud cambió por completo: no me has lanzado tus comentarios ridíc

me la vida imposible, vio a

acercas? —pregunto y la encaro. Sus ojos perdieron el brillo de esta mañana y su

espondiendo. ¿Qué esperaba? ¿Qué fuese un lame botas todo el tiempo como el

z tarde, señor Díaz. Nos vemos mañana —escupe con algo parecido al enojo y se da l

mi hermana, y una mujer más quien está hablando con el imbécil de mi hermano. La postura de la recién llegada es de tensión,

s. ¿Él tambié

lo, incluso pasando del carro negro

ños. Mi respiración se agita un poco y trato de calmarme, inspirando hondo—. Créeme q

más. Sin embargo, me fijo en una particular: Federica. Sus ojos van de Mauri

y termino adentrándome en el auto. Cierro de un portaz

r. Lo contrataste tú, p

s en casa —me informa, con rabia contenid

o y él me mira de reojo—. E

, claramente sorpr

me gusta? ¡Por supuesto que no! Y eso es tu culpa, por no ponerlo en su maldito lugar —re

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