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Historia

Capítulo 2 2.

Palabras:2173    |    Actualizado en: 06/08/2023

o podré soportarlo, mucho menos ten

se pendejo me

ruendo que alerta a mi hermana. Me encamino a la cocina y me sirvo un vaso de

Montserrat y yo la esquivo, pero e

vierto—. No est

qué carajos te

r dando órdenes —la mo

i sangre —dice, golpeando levemente mi pecho antes de darme la e

o el vaso sobre la barra de la cocina—. Y que Ma

lles el contexto, por

consiguió quince días de prueba, eso fue lo que me dio. ¡Como si no b

ta Montse, mirándome

puta, me va a

mandíbula—. Mira, el papel de niña malcriada es mío, no tuy

plaza fija —le recuerdo

se burla de mí, negando con la cabeza—. No creas que el Díaz es el pase par

y baja con agitación mientras la

ganas que tienes de callarle la boca a papá. Pues… ¿crees que con esta actitud lo vas a lograr? Solo vas a darle la razón —s

living, sopesando s

el sofá y me restriego la cara con las ma

junto a mí—. Y a los jefes hay que enamorarlos, tenerlos contentos. Así que te aconsej

haré maña

edir disculpas —me aconseja ella—. Y contr

Ya veré como resuelvo eso. ¿Cuándo es que empiezas c

ulo —me remeda—. Estuve con Mauric

, sacudiendo la cab

sí! —chilla y se abalanz

Alexandra! —ex

sigue in

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ola a través de la ventana. No quiero entrar ahí y digerir el or

nc

. La campana informa que he entrado y muchas voltean a verme, a

ás mujeres que hombres. Siem

mí área: la cocina. Elena es la primera en m

, desviando la mirada para volver

stián —cedo, mostrando un

ira con otras compañeras de trabajo

es, p

r la filipina. Me queda muy ajustada, se nota que es al menos una talla más pequeña y los músculos

sordo. Salgo del baño y me encuentro, nada más y nada menos que, con F

ería a verlo por aquí —ironiza

do de igual forma, cruzándome de bra

restando atención a su casillero. Se alza de puntitas y m

una sonrisa traviesa se asoma en mis labios. Alzo l

perdido algo

ondo, car

ando salga del baño! —ordena, pasando

scullo para mí mismo, restre

fuerzas de pedirle disculpas, pero las palabras se me atoran e

de que mis palabras son sinceras, aunque no lo sean. Sin embargo, me la pone muy difíc

urre encabronar a

basto —informa y busca con la mira

mesa, restándole atención a todo l

—exclama Federica,

clic en mi cabeza

e preste apoyo afuera —ord

cultarse tras su jefa. Dejo todo lo que estoy haciendo y me encamino a la sal

e de bandera blanca entre nosotros, atendiendo a los clientes con

y cuando miro en dirección a la cocina encuentro a la causante de ello.

alza el mentón y la ceja, retándome. Porque, al

rección. Noto como su cuerpo reacciona a mi acercamiento, ten

nso —murmuro, ce

imiento de cabeza. Me adentro en el baño, sintié

trágate las jodidas cuatro letras de tu apellido. Eres un

ujón más de su parte. Ella contesta al segundo ton

as a tu jefecita? —Pregunta a modo burlón, hac

e hecho caso en todo —las palabras salen atropelladas de mi boca y te

aso prefieres ver la cara de felicidad de papá cuando te boten del

sarcasmo—, supongo que

se tan fácil—. A ver, al menos empieza pidiéndole disculpas a alguien más q

e fui malo con alguien m

Quien no te conozca que te

mi plan perfecto. Ella me hundió hace unos minutos con Federica,

a mirada. La castaña se encuentra muy concentrada, armando deco

e mientras apoyo mi barbilla en el dorso de mi mano par

rabillo del ojo noto que se limpia la palma de sus manos en la filipi

i actitud de ayer. La verdad es que empecé el día con el pie izquierdo y la pagué con per

o, mirándola directamente a los ojos. Su gesto se apaga

habla muy bien de ti. Mejor que tu actitud de ayer —me dice, coloc

as por disculparme —le

rrar mis manos en puños y respirar hondo antes de encararl

a —digo, o

stoy casada, ni hijos pa

—murmuro para mí mismo

uando ella ha terminado con un pastel que nos han encargado, se acer

pero con ella me cuesta muc

egunta, si

suspiro, capta

que se me fue arrebatado —le digo y luego desvío la mirada, recriminándome por decirle eso a ella—. No sé por qué te dij

cero. Sin embargo, no habrá bor

re decir es

nar porque estés arrepentido —me aclara, sacudiéndos

seguir,

la compensa —añade—. Ahora… ¿podemos c

on ojos entrecerrados. Yo le guiño un ojo y

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