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Historia

Capítulo 2 2.

Palabras:2350    |    Actualizado en: 04/08/2023

unas cosas importantes y sé que no las voy a recorda

s las avenidas ni las calles —digo, mareada de tanta información—. Por ahora

ta es mi parada, la tuya es la siguiente. Ca

niega con la cabeza y se levanta para bajarse del

de memorizar todo. Cuando el au-tobús se detiene, recuerdo que es

traría la Escuela. Respiro hondo, mirando a mí alrededor. No puedo

pasado de calle. Miro la hora en mi telé-fono y me trago

o un buen golpe me hace perder el equilibrio y mi celul

de culo?, me quejo en mi mente y luego recuer

ngada

e un traje negro hecho a la medida y ahora está sucio y húmedo por el café. Es altísimo, o al menos as

ene buen cuerpo y las mejillas

—me grita, llamando la atención d

idas de pura rabia. Estoy segura de que mis ojos le demuestra

ncuentro mi celular rápidamente en la acera, con un l

ome más a él—. ¡Fue un jodido accidente! Además de g

e cambiarme de ropa. Fue un accidente que no hubiese

curos por la ira. No me dejo amedrentar y

mi papá se ha atrevido a alzarme la voz, así que me le vas bajando a ese tonito! Un acci-dente lo puede tener

e remeda y yo entrecierro los ojos, f

da, tratando de amedrentarme—. ¿Sabe qué? No pienso perder más mí tiempo con usted. Voy a llegar tarde por

y el cabello. Camino en dirección a la escuela y casi

rruinar el día. ¡Ja! ¿Quién carajos se

e indica que no puedo, jamás, volver a llegar tarde. Me ruborizo de inmediato ante

y no encontraba la Escuela —me disc

dobladas—. Habrá una reunión con el dueño de un importante restaurante de la ciudad, no le gusta que lleguen tarde

racias —respo

por el uniforme blanco de cocinero. Me coloco el gorro y los zapatos, gu

r que aprieta sus labios en una delgada lí

culp

mpe, haciéndome pegar un brinco del susto. Le doy un asentimien

ano —respondo c

por encima de sus gafas—. Pues bienven

—respondo, sonri

veremos el primer semestre y yo anoto todo lo que dice, incluso las fechas de ev

briela

bastante guapo a mi pa-recer, tiene el cabello largo y liso de un color ca

doy cuenta de que no le res

o su mano y yo la acepto, es-trechándola con gusto—. Llevo desde ce

—murmuro, alivia

ortante personaje: Mauricio Díaz. Al parecer es el dueño de uno de los me-jores restaurantes, no de la ciudad, sino del país y

be ser impor

supuesto, Mauricio Díaz es, nada más y nada menos, que el bruto con quien tropecé hace un poco más de media hora. Y su mi

Soy tan calamitosa que era muy pro

ndome fijamente. No me acongojo bajo su escrutinio, al contrario, me yergo más en mi puesto—. Sé que todos us

titud, con las manos tras su espalda. Yo respiro hondo,

ías a los tres mejores estudiantes de este prime

guiñándome un ojo. Yo afirmo

y tener buena sazón, deben ser responsa-bles —habla, acer

el torpe incidente de esta maña-na. Yo me remuevo con incomodidad en m

ntinua, deteniéndose junto al Chef Guz-mán—. Por supuesto, si entorpecen el trabajo o generan un mínimo de descontento tanto con los clien-tes como con sus c

en—. Es decir, ¿por qué no acepta opiniones o co

—responde, metiendo su mano e

o, mostrando mi me

entregan a un miembro de la familia cualquiera —explica, mirándome con hostigamiento—. Me preparé durante años, prácticamente soy un experto en el arte culinario. He hecho un montón de pos

estudiando el arte culinario, por lo que acaba de decir. Estoy segura de que, entonces, sabe que los estudiantes trabajan arduamente por aprender y m

jo, lo pido, señorita Arellano. De r

y niega con la cabeza de manera disimulada. Noto que frente a él hay una morena que me

e del señor Díaz. Así verán el movimiento que hay en la cocina y tend

n con rapidez sus cosas, supongo que para camb

ojo a Mauricio—: No le refutés o desafiés. Es muy

do un ceja y luego caigo en cuenta de que he escuchado su acento

ero sigue luciendo preocupado—. G

pondo a regañad

limos del aula de

mis prendas: un blue jean ajustado de corte alto y ligeramente rasgado en la rodilla, una blusa blanca y una chaqueta de color verde militar. En los p

éxico me lo corté

. Él vuelve a mirarme de arriba abajo, no sé si analizándome o de forma desp

bueno que la veo —habla,

oy buena, señor —respo

que está logrando lo que quiere y alzo la barbilla con orgullo—. Puedes es-forzarte todo lo que quieras, ser la número un

de ser la me-jor de mi clase y haré que sea él quien me suplique, no por una simple pas

gue y endurece la mandíbula, mirando a su alrededor antes de volver a mí—. Ade-más, no es el único restaurante prest

, y salgo de la escuela para treparme en el aut

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