/0/11996/coverbig.jpg?v=85934573539ee45791701ad6e00d1680)
Todos conocían los rumores que el reino de Idront albergaba. Su rey era célebre por muchas razones. Algunos decían que su sadismo y crueldad eran inhumanos, otros decían que era el dueño de la oscuridad de una secta en donde nada estaba prohibido. Pero, especialmente, se decía que estaba en una eterna tensión con el reino de Ardclik, que aquel enfrentamiento perdurado en el tiempo, sería la perdición para ambos reinos. Samira fue acusada de asesinar al rey de Ardclik, su condena fue la misma muerte. Sin embargo, antes de que pena fuera ejecutada, ella escapa. Siendo perseguida por su propio reino, buscó refugio en el lugar que sería su salvación o, su entera perdición ... ¿Ella? Buscaba venganza. ¿Él? Nunca se supo realmente que buscaba. ¿Ellos? Forjarían un nuevo destino, intentando no destruir todo a su paso.
-Señor, hay un problema. -Uno de los guardias reales, entró a las oficinas del rey, soltando un estruendoso sonido, al golpear la puerta, y denotando una extrema preocupación.
El hombre consiguió una mala mirada del mandatario. Era bien sabido por todos, su admiración por la tranquilidad y el silencio, la euforia del soldado sólo había ganado una mínima gota de odio.
Sin embargo, a pesar de todo, no podía culparlo por hacer su trabajo. Claro está, que había maneras más decentes de interferir en la paz del gobernante. Pero, por esta vez, dejaría pasar tal atrevimiento.
-¿Y qué esperas para resolverlo? -El monarca siguió su aburrido trabajo.
Se encontraba revisando unos papeles, que serían los que cerrarían sus próximos negocios. No se inmutó ante la presencia del soldado.
Los problemas siempre aparecían, no le afectaba la idea de tener uno nuevo.
-Es que -pausó con temor-, creo que esto le interesará. -El joven quería salir corriendo de allí, esas no eran formas de hablar con su superior y él, lo sabía perfectamente.
Recibió otra mala mirada del hombre sentado tras su escritorio. El soldado estaba muerto de miedo, el soberano, en cambio, pensó mejor sus palabras, frunció el ceño y levantó una ceja. Jamás le habían dicho una frase así y mucho menos, un soldado.
-¿Y por qué me interesaría? -El tono en su voz se transformó en uno frío y duro, que dejó aún más congelado al mensajero- ¿Qué es tan importante como para interrumpirme y hablarme de esa manera?
-Es que-tragó, en un intento de aliviar el nudo de su garganta- una chica apareció, mencionó que necesitaba hablar con usted con urgencia, que era la princesa de Ardclik, luego se desvaneció en las puertas de la entrada. ¿Qué hacemos con ella, su majestad? -arrastró las palabras, soltándolas todas juntas.
-Lo que me faltaba -bufó, levantándose de su escritorio. -¿Qué han hecho con ella?
-Está en el mismo lugar, estamos esperando sus órdenes, señor.
El hombre se dirigió a la puerta principal del castillo, seguido por el soldado. El cual no volvió a emitir sonido alguno, parecía una sombra caminando detrás de su rey.
Todos inclinaban su cabeza al verlo pasar, él no se fijaba en eso, tenía la atención puesta en aquella supuesta joven. Algo pasaba, eso era evidente, lo que no entendía era si aquello sería bueno o acarrearía más problemas.
Al llegar a las rejas de la entrada, les dio un asentimiento a los guardias de allí, estos inmediatamente abrieron la puerta.
-Joder-murmuró ante la vista que tenía-, busquen al médico.
Se acercó sin poder creer lo que sus ojos veían, no sabía con exactitud si hacerlo era prudente o no.
Allí, en el suelo, se hallaba tendida una muchacha, parecía sumida en un sueño profundo, todo su cuerpo estaba cubierto de tierra y sus ropas eran simples harapos. Era una vista desastrosa.
Se acercó a ella, arrodillándose a su lado. Con la duda plasmada en su rostro, decidió apartarle los cabellos de su cara, puesto que ésta estaba viendo a un lado.
Quiso comprobar si aún estaba con vida, acercó su oído hasta su rostro. Aún respiraba, leve, pero lo hacía.
"¡Qué suerte!" pensó, no quería cargar con la imagen de una chica muerta, en la puerta de su palacio.
No sabía si era factible moverla, no quería que todo empeorará pero, contra todo pronóstico decidió llevársela a un lugar más privado y, sobre todo, lejos de la vista de quien pudiera aparecerse.
Eber, rey de Idront, era conocido por su carácter y no precisamente, por ser uno bueno. Corrían los rumores, más allá de sus tierras, que era un despiadado y sádico rey; sin embargo, todos en su reino sabían que no sólo esas habladurías eran ciertas. Puesto que él, a pesar de ser cruel con quienes lo merecían, sabía cuándo era momento de quitarse su armadura y mostrar su lado más humano.
Y, aquel momento, era justo uno de ellos.
Tomó el cuerpo, como si de un pedazo de porcelana se tratase, como si se iba a romper en cualquier momento. Los guardias volvieron a abrir las puertas mientras él entraba cargándola. A toda la servidumbre que se encontraba le parecía raro aquello, no obstante, todos giraban su rostro, no debían meterse en los asuntos de él.
Llegado al segundo piso del palacio, el cuerpo ya comenzaba a pesar de más, por lo que decidió dejarla en la habitación de huéspedes más cercana.
Una vez concluida su tarea, se alejó de la cama en donde la había depositado, fijó su vista en su ropa, había quedado con rastros de tierra por todos lados. Hizo una mueca, su camisa había dejado de ser blanca, tendría que cambiársela enseguida.
Salió de la habitación, ahí vio como el mismo guardia de antes, se acercaba velozmente con el doctor Krug, siguiéndolo.
Eber hizo una seña, advirtiéndole que ella se encontraba allí. El médico entró en la habitación, mientras que el guardia retomó a sus trabajos y el rey, quedó a la expectativa de la situación.
[...]
Veinte minutos, fue el tiempo que Eber contó en el antiguo reloj de pared. Veinte minutos, y recién el doctor había aparecido.
-Puede pasar, su majestad. -El rey entró a la habitación, quedando parado a un lado de Krug.
Había aprovechado el tiempo de revisión para ir a cambiarse la ropa, al regresar, el doctor aún estaba dentro con ella. Eber estaba sumergido en las dudas, desde que la vio, su mente comenzó a sacar teorías o más bien, preguntas al azar.
¿Cómo había llegado hasta allí, la princesa de Ardclik?
¿Por qué tenía ese aspecto?
Pero, lo más importante, ¿por qué quería verlo?
Ambos estaban a una distancia muy considerable, admirando como la joven seguía en el mismo estado.
-¿Cuándo despertará? -rompió el silencio el varón.
-Con suerte, en algunos días. Ya le suministré algunas medicinas y, toma esto-rebuscó en su maletín. -Dáselo a alguien que se encargue de colocársela en sus heridas.
Hace tres años, Avery quedó maltratada y sola por el hombre que más amaba, Dylan, pero ella completó valientemente la ceremonia de la boda mientras estaba embarazada. Tres años después, aunque estaban casados, con el tiempo se distanciaron. Avery se centró en su carrera y ya no creía tontamente en el amor. Pero su transformación instantáneamente hizo que Dylan entrara en pánico... ¿Y cuál es el secreto de hace 11 años que Avery siempre se ha mostrado reacia a revelar? *** "Fue a un bufete de abogados, se reunió con un abogado..." ¿Un abogado? ¿Avery está demandando a alguien? ¿OMS? ¿Existe algún litigio reciente contra la empresa? De repente, Dylan se rió entre dientes con frialdad: "¿A quién podría demandar? Soy el director ejecutivo de esta empresa. ¿Cómo es que ese asunto no me llega a mí primero?" La asistente tragó nerviosamente y habló en voz baja: "Señor, no hay ningún litigio contra la empresa. Se reunió con... un abogado de divorcios".
Ethan siempre consideró a Nyla una mentirosa, mientras que ella lo veía a él distante e insensible. Nyla había acariciado la idea de que Ethan la quería, pero se sintió fríamente rechazada cuando se dio cuenta de que su lugar en el corazón de él era insignificante. Como ya no podía soportar su frialdad, dio un paso atrás, solo para que él cambiara inesperadamente de actitud. Ella le desafió: "Si confías tan poco en mí, ¿por qué me tienes cerca?". Ethan, que antes se había comportado con orgullo, ahora estaba ante ella y le suplicó desesperado: "Nyla, he cometido errores. Por favor, no te alejes de mí".
Madison siempre había creído que se casaría con Colten. Pasó su juventud admirándolo, soñando con su futura vida juntos. Pero Colten siempre le fue indiferente, y cuando la abandonó en el momento en que más lo necesitaba, por fin se dio cuenta de que él nunca la había amado. Con la determinación de empezar de nueno y sed de venganza, Madison se marchó. Tenía por delante un sinfín de posibilidades, pero Colten ya no formaba parte de su vida. El hombre, por su parte, corrió a buscarla presa del pánico al darse cuenta de ello. "Madison, por favor, vuelve conmigo. Te lo daré todo". Sin embargo, fue su poderoso tío quien abrió la puerta y le dijo: "Ella es mi mujer ahora".
¿Qué esperas de tu cumpleaños? ¿Dinero? ¿Joyería? ¿U otras cosas? Lo que sea, pero por lo menos debe ser un día maravilloso. Lola Li, una mujer linda, encantadora e inteligente, graduada en la comunicación audiovisual a una edad muy temprana. Todo el mundo pensaba que Lola tendría un futuro muy prometedor pero las cosas no salieron como se esperaba. Su fiesta de cumpleaños de 22 años fue una pesadilla para ella. Cuando terminó su fiesta de cumpleaños, su mejor amiga la traicionó, su novio la abandonó y su familia se arruinó por completo. Cuando se despertó al día siguiente, Lola se encontraba tumbada en la cama de una habitación de hotel. Con el corazón acelerado, solo podía recordar vagamente a un hombre extraño con el que estaba anoche. ¿Había venido para salvarla? O, ¿era un demonio que lo estaba persiguiendo?
Eda Calloway y Christopher Davenport, se han unido en matrimonio por acuerdos familiares, claro que ninguno de los involucrados alberga sentimientos hacía el otro, es más Christopher siempre estuvo enamorado de su primer amor, Patricia Grenville, pero el amor no era más fuerte que los Imperios y los intereses familiares, aquello obliga a Christopher a tomar distancia de su gran amor. Patricia viaja a los Estados Unidos mientras que los Davenport cortan todo lazo y toda conexión de los enamorados, es así que Christopher empieza a sumergirse cada vez más en el mundo Empresarial hasta coronarse como uno de Empresarios más influyentes de Inglaterra, Escocia entre otros Países, hasta que sus familiares encuentran la candidata perfecta para su esposa.Eda Calloway, es el epítome de la dulzura y la fragilidad, una joven que irradia pureza y encanto con cada paso que da. Su inocencia, reflejada en su mirada clara y su disposición amable, es lo que la hace destacar en un mundo lleno de ambición y máscaras. Como heredera de la prestigiosa familia Calloway, Eda combina elegancia natural con una humildad que desarma incluso al más frío de los corazones.Los Davenport la han elegido como esposa del Gran CEO, Christopher Davenport, no solo por sus impecables conexiones familiares, sino porque Eda posee un aura especial, capaz de atravesar las murallas que Christopher ha construido a lo largo de los años. Su dulzura contrasta con el carácter frío y calculador del CEO, convirtiéndola en la pieza que equilibra y complementa su personalidad.Para la poderosa familia Davenport, Eda representa no solo una alianza estratégica entre dos linajes prominentes, sino también una esperanza de que su calor y bondad puedan suavizar el alma endurecida de Christopher, despertando en él emociones que ha mantenido enterradas durante años. Su capacidad de ver lo mejor en los demás y su inquebrantable optimismo la convierten en una figura única, destinada a marcar una diferencia en la vida del gran Davenport.
Cheryl, una huérfana ordinaria, logró casarse con el hombre más poderoso de la ciudad. Era perfecto en todos los sentidos, excepto en una cosa: no le gustaba ella. Tres años después de su matrimonio, finalmente quedó embarazada, en el mismo día en que su esposo le entregó los papeles de divorcio. Parecía que se había enamorado de otra mujer, y por alguna razón que ella desconocía, él creía que ella también se había encaprichado de otro hombre. Justo cuando ella pensaba que su relación estaba llegando a su fin, él no quería que se fuera. La mujer ya estaba dispuesta a renunciar, pero él le confesó su amor. ¿Qué iba a hacer Cheryl en esta maraña del amor y del odio, mientras estaba embarazada?