a en el cerebro. Mi respiración desbocada le impone un toque apagado a mi patética situación. Un chillido se escapa de mi garga
guea cuando se topa con la versión más ajada de mí misma. La belleza sombría, casi inhumana que ostentan sus rasgos varoniles me paraliza. A
ara apropiarse de un ser tan insignificante. Aunque me han llamado la Lumbrera de Ruhit, tengo, como la mayoría de las per
ro de ellos, una sombra siniestra que me sobrecoge a mi pesar. Quisiese ser valiente y apedrear mis miedos, pero no soy más que
la mente a volar a través de una ventana abierta ni sumergirme en mis sueños adolescentes. ¡Qué alguien me propine una cachetada que
sonará la alarma y el resto de los importantes clanes de la ciudad se desplazarán a la mansión para apoyar a la familia Salem. Así
ón siniestra. ¡Rayos! Llevo el rostro descubierto. No me he colocado el niqab ni me he peinado. Luzco como una indigente. Igual, no debiese importarme. No esto
esteza. Él no cesa de sonreír, como si lo que viese fuese un espectá
ste duelo de silencio idiota
tarás con ropas lujosas ni prendas preciosas, pero no tendrás que preocuparte por
e no se corresponden con las pertenencias de un asalariado común, sino con el miembro de una importante familia. ¿Será él el enemigo de mi casa o simplemente un subalterno sin importancia? Me temo que estoy en presenci
. No tengo a dónde ir, me hallo acorralada en mi propia
rior de una gaveta y le tiro las cosas que encuentro. Por encima de la cama vuela mi aburrido diario, los espejuelos de Ghaaliya y mis bragas. También las barras en
detenga. Se está tomando u
n susto de muerte. Lidiar con dos asaltantes se me sale del presupuesto
ero no se atreve a abrir fuego. Reprimo un alarido cuando descubro que es Basima. Ha venido por
grito me aler
echen a correr. ¡Dios, que él no le dispare! Te juro
tura. Tal vez sea de los que no se atreven a dañar a una mujer o,
inunda mi endeble cuerpo. Al fin soy
o te metas! -voc
levanto con las dos manos la gaveta y la echo a volar con todo su contenido. Sobre la cama quedan mis recuerdos, pero
mi terreno, el espacio cerrado en el que ha transc
en mis pulmones mientras el sol calcina mi poca piel descubierta. Por primera vez agradezco en
cido abalanzarse hacia nosotras. Por una vez he sali
s se escapa del gato -le dig
voz resuena con un impresionante
no confiaré en extraños que se