me dice Fátima sin más preám
Sin embargo, no mienta el nombre de mi padre. También a e
e niegan a sostener la carga pesada de la incertidumbre y los temores. Flo
e tiempo para reponerme de la mala notic
to con tal de no
l parece una diosa metida en un cuerpo humano. Me sorprende que, en un
vitar problemas con los enemigos de la familia. Será mejor así. Entre menos bulto, más claridad. Conténtate, tu prometido es mucho más rico que el excelentísim
un medio para obtener un fin. Soy un precioso objeto de canje. A pesar de mis
ue me portaría bien. No conozco a la persona con la que pasaré el resto de mi vida. ¿De qué
res. -Intenta consolarme de una manera muy retorcida.- No juzgues mal a mi marido. He escuchado que s
los arabescos del cojín nadan en un mar de emociones amargas. ¿Qué me ha sucedido? Sigo mis impulsos sin dar sitio al raciocinio. Siem
te. Tal vez, en verdad no soy
, y espera. Me da un tiempo miserable para exteriorizar mis sentimientos, pero no demasiado. En menos de cinco minutos, se levanta y comienza a da
el excelentísimo señor Abdul Salem. En ese entonces, anhelé la muerte. Planeé escapar de disímiles e ilógicas maneras que daban risa y pena. Cuando acepté mi destino y comprendí que había nacido para satisfacerle, alcancé la plenitud física y espiritual. Si exis
bla Fátima o un robot programado? ¿Cómo ha podido borrar las emociones de su corazón? ¿También me ocurrirá eso luego de recibir un tiempo prudente de adoctrinamiento ment
o o porque las dos personas que más debiesen amarme m
ece que los ojos me ardan y que las ojeras le den la vuelta a mis
to parecer calmada. Fátima tiene razón cuando a
una sombra de duda ha nublado su entereza, se esfuma en un chasquido de dedos. Con lentitud arrolladora se dirige a la puerta, sin detenerse un instante al pasar por mi lado, como si yo estuviese pintada en
ices, yo sigo aquí, adornando, con mi inu