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Historia

Capítulo 5 LA BODA

Palabras:1386    |    Actualizado en: 21/04/2025

mientras su dama de compañía, Dalia, los doblaba con esmero y los guardaba en los baúles de m

Kael? -preguntó Dalia, sin alza

tenía entre sus manos un velo de gasa marfil, idéntico al que

impresión de que el reino le interesa mucho más que la esposa que se le entrega -dijo, aunque dentro de ella no

bló en nin

la interrupción, pero no se mostró molesto. De un hombre con su

entre ellas, solo interrumpido por el crujido del cuero de las m

*

ecesarios. Todo su diseño conservaba la imagen reservada y discreta que Regina había mostrado desde niña. El velo caería desde la diadema

un golpe suave en la puerta interrumpió el recogimiento. D

sorte -anunci

dera entre las manos. Caminó hacia Regina, quien se encontra

a reina con una serenidad poco habit

aguardando. La reina abrió el estuche y sacó una pulsera

hijas, y ya no tendré la oportunida

tomó con d

a guardaré

justó el velo sobre la cabeza de Regina. La observó con atención, co

mente, en voz baja-. Ojalá te espere un desti

n el reflejo del espejo. P

or venir e

dos fuera del muro sur, negándose a entrar al castillo. Se había pactado que la boda tendría lugar dentro de un día y que, una

o puede viajar sola entre decenas de ho

era exigencia. Y la ún

alia mientras ajustaba los lazos del

egina, sin dudar-. Me asusta no pode

sión. Los pasillos estaban en silencio, y los soldados hablaban en voz

*

s jardines y los muros del castillo. El aire era fresco, y las campanas comenzaron

l cabello recogido con sencillez. Ayudaba a su señora a colocarse el vestido nupcial, confeccionado con telas finas pero sin

ientras Dalia ajustaba con prec

i señora -dijo

telas claras, apenas dejaba entrever el contorno de su rostro. Como si

echo la noche anterior. Llevaba en las

voz firme, aunque su mirada dej

ina y la observ

mosa. Sobr

ta y sacó una aguja de

boliza reconocimiento de dignidad real, una transición de legado femenino y unidad ente la nobleza y el pueblo. Jamás olvides de que eres digna de

reina colocó la aguja con cuidado, y luego pos

hos quisieron ver -murmuró-. Q

e afecto: colocó su mano sobre una de

us palabras. Y

ió, luego se g

dela

-respondió Dalia, hac

hacia el jardín interior, donde se había levantado un altar sencillo, como lo había pedi

una capa azul oscuro que ondeaba con el viento. No lleva

ofreció su brazo con un gesto cortés, y ella lo tomó, con

invocando las bendiciones de los antiguos y de los reinos vecinos. Regina respondía con voz

ael, su respuesta fue br

un silencio profundo se extendió por el jardín, in

onia, Kael se inclinó

rse -le indicó con tono correcto, si

cia la reina consorte, que aguardaba a poco

-susurr

to -respondió la reina-

ejo. Solo un carruaje sencillo para ella y su dama de compañía, seguido por un

atrás, sumido en

miró hac

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