itu
el pecho. Había regresado al lugar que había intentado olvidar durante más de diez años. Nápoles, con su belleza desg
as sombras del pasado. Londres le había ofrecido la distancia que necesitaba, el anonimato y, lo más importante,
el destino, siempre impredeci
tiendas abarrotadas, y las viejas estructuras que tanto la habían marcado. El ruido de la ciu
só, apretando los die
rior había una verdad más profunda: cuando
o. El sol de la tarde se filtraba a través de las nubes, bañando las viejas calles de un resplandor dorado, dándole a la ciudad un
a, pero también de secretos, de sombras que se extendían más allá de los límites de la ley. Y aunque B
gritaban sus ofertas, el sonido de los autos chocando entre sí en las estrechas calles,
el estómago. Y aunque había pasado tanto tiempo, su presencia en la ciudad
era se atrevió a pensar en él durante todos estos años. Pero ahora, al regresa
as mesas de hierro forjado, la pequeña terraza que había sido su refugio en los días de verano, cuando los d
un café solo para sentir el calor de la ciudad. Pero un frío desconocido se apoderó de ella, y sintió que
sensación de estar siendo observada se apoderó de ella. Unos ojos, fijos, intensos, observánd
o More
seca. El hombre que había sido su amigo, su confidente, su primer amo
ble. No po
s
a olvida. Y
vasta historia de la ciudad. Él estaba apoyado contra un coche negro, una figura imponente y elegante, con su chaqueta de cuero y sus ojos oscuros fijos en ella. No
cerse a su alrededor, y
e lugar, a ese momento que había sido tan... complicado. Pero algo dentro
sico, y por un instante, Bianca sintió com
ó caminando, más rápido esta vez, au
da. Y Bianca sabía, sin ninguna duda, que su r