u maleta y ordenó todo. Luego se enteró que fue su papá el que gu
mal, como siempre había sido, claro que se sentía distinto. Por momentos pensaba en que las cosas serían diferentes, s
ran las siete, estaba por lavar ropa. Agarró su cesto y entonces percibió su propio aroma
amiseta y la acercó a su nariz. Romero y miel... Era ¿Dulce? Qué
ta de Bange estaba abierta al fin, el aroma de su hermano aun se
- ¿Por qué hizo eso? - Misha no podía
iño. - Escuchó la
taba, Misha temía que se acercara a la puerta y lo vie
eso no vale la pena que sea tu a
io. Odio
descontrolado. ¿Taero eliminó a Bange? ¿De dónde? ¿Por qué? No podía creerlo... Eran
ado en el comedor. Misha sonrió y se acercó a él, esperando poder saludarlo
rado un montón, tenía los ojos hinchados. Tenía cereal con leche en un plato, su mamá se
sentó. Mudo. - Su padre y yo estábamos pensando que podríamos ir
Bange. Él seguía sin moverse. Su mamá seguía limpiando la cocina y parecí
al zoológico. - Adela pronunciaba con una sonrisa, pensando en
estaba comiendo, su hermano no había tocado su plato. Ade
- Le dijo a Misha con una expresión triste. El
lo veía por la casa, el menor se saltaba las comidas, no quería
do a sus padres discutir. Su mamá no quería que Peter gritara, pe
e acercó a su puerta y Misha la cerró con tanta rapidez que dio un p
el alfa. - Me estas dando miedo. - Mencionó el rubio, alto para que su
uerta, quitó el seguro abriéndola y salió. Sus padres habían pasado su pelea a su habitación. Misha caminó
un bulto en la cama. - Mamá y papá están preocupado
su hermano, debaj
des segui
ite. - Tú eres un alfa, a ti no te va a afectar en nada.
dió apenas. Bange era más alt
en la cara. - El enojo en su voz era propio de un niño ir
sta! - Gr
o volvió a empujar. -
hacia delante y su hermano retrocedió mágicamente. Bange se tropezó con la cama y se sentó con una mirad
sustados. Su mamá le miró enojada y abrazó a Ba
o. - Escuchó a su hermano dec
de la habitación de Bange. En sus doce años, Misha jamás pensó que su padre p
empujando y - Su papá lo metió en su cuarto y le miró con el enojo a fl
ojado. - No vuelvas a gritarle. - Firme y sin considerar lo que pasó. -
ar? - Preguntó el rubio, se sentó
n el mismo tono. - Por otro lado, lo que tú hiciste... No puedes. - Peter
sha regresó a ver a
ara ti. Nosotros queremos que lo asimilen p
ado empujando y que sea él quien recibía el regaño. Pero bueno, no discutió. Es