encia. La catedral, adornada con cientos de flores blancas y candelabros dorados, estaba repleta de la élite empresarial del país. Aquel
acentuaba su silueta. Su cabello estaba recogido en un moño pulcro, y su maquillaje era sutil pero impecable. Cualquier otra mujer
ución -comentó Camila Moncada, a
dió Valeria sin apart
n ironía y entró
de lo que te e
tampoco sabe lo qu
más soltó una pe
e aún más i
y su madre, Isabel Becerra, e
ho
a novia emocionada ni una mujer ilusionada. Era una estratega qu
impecable, su porte era elegante y su expresión inescrutable. Cuando Valeria avanzó por el pasillo, tomó nota de cada movimiento suyo, del mo
blar, pero ninguno de los
imaginé -susurró Valeria cuando e
peraba -respondió Tomás, con u
ntrecerró
entes h
Fue solo un
uaron hasta que lle
erra como tu esposa, para amarla y res
nso se instaló
da de Valeria y, con
ce
ió la pregunta, es
n y respondió con
ce
s cámaras iluminaron el recinto y las sonrisas de las familia
uando sus labios se rozaron, ambos sintieron
os invitados bebían champán y se felicitaban mutuamente por la unión histórica. Tomás y Valeria posaban ju
istente de Tomás, acercándose a ellos-. Tod
dió Valeria, tomando una copa de vino-.
o y sonrió con un des
ane el
nio era solo el principio.