an la misma imagen: Tomás Moncada y Valeria Becerra saliendo juntos de un hotel de lujo en el centro de la ciudad. No importaban las circunstancia
ias exigían respuestas, los competidores aprovechaban la oportunidad para sembrar dudas sobre la e
ncada se sentaron en la misma sala. Un gesto impensable en otra
n pétrea, repasaba la fotografía sobre la mesa con el ceño fruncido. Frente a él, Héctor Becerra hacía lo mism
ir? -preguntó Héctor,
los brazos y a
que esto es un absurdo. E
-respondió Guillermo Moncada-. Importa
ntra el respaldo de la silla, dejó e
La prensa está especulando, los inversionistas están inquietos
irmó Héctor, con voz grave
cerlo? -preguntó Va
os controlar la narrativa -resp
cayeron como
o no mostró ninguna emoción. Valeria,
erd
lo van a solucionar -continuó Héc
nada -espetó ella-.
ervino Guillermo-. Lo que im
staba en sus planes. De hecho, lo último que quería era compartir su vida con alguien de su linaje.
stió Valeria-. No piens
ndo -la interrumpió Héc
labios, pero n
ia -dijo Tomás con frialdad-, pero tampoco voy a permit
sintió con
es, es
ba ante la idea de un matrimonio arreglado. Pero sabía que e
s, con los ojos ence
er una esposa sumisa,
la mirada con una
á un cuento de hadas, pr
ho. Pero ninguno de l