o 1: El
s: el de la elegancia y el de la oscuridad. En los barrios iluminados, la vida nocturna vibraba con risas y co
corazón aún latiéndole con fuerz
untar por él, Carla. No d
años, su madre se había negado a decirle la verdad sobre su padre. ¿Por qué tanto
e. Sacó un cigarro y lo enc
iro de humo la
escuchó
ejido
se tensó a
ella, en el suelo
o, aunque desarreglado, era de alta costura. Su cam
ng
escalofrío rec
y bajaba de forma errática. Su mandíbula estaba apr
s la impactó f
uad
s, letras que parecían contar u
le gritaba que huyera. Per
igó a
.. ¿est
rir los ojos. Eran oscuro
su voz rota por el dolor-.
va. ¿Quién diabl
los bolsillos del hombre hasta dar con su teléfono. La pantalla estaba mancha
rc
os veces antes de que un
nde
oca, pero su voz
e herido... dij
enc
n tono m
ién
contré en un callejón.
ldijo en
direcci
dedor y tartamudeó e
z minutos.
mada s
min
ombre herido. Diez minut
tocó la mejilla suavemente. Estaba suda
con una voz más firme de lo que espera
na sombra de arrogancia brilló en
fácil de mat
ante ese tono de voz, bajo y peligro
rias veces, su cuer
olo un poco-. No se duerm
un suspiro pesad
mand
trecerró
ese y
n motor interr
os faros iluminaron a Carla y al hombre herido c
él salió un hombre alto, vestido
an
a figura en el suelo
ntras se arrodillaba junto a
ido apenas pu
spu
mandíbula y desvió
én es
or. No le gustó la forma en que la miró, co
ontró -susurró
o se
que algo acab
la al
¡No,
es de que pudiera correr, una mano fuerte la su
erró tras ella, compr
re su vida normal y un mundo d
res sangraban en c
de mirada tormentosa acab
corría las calles de Palermo deberían haberla tranquili
a atr
eada. Sus manos temblaban, su respiración
jo, con la voz má
e del traje, ni
ir a nin
Fabrizio. Aún estaba pálido, su camisa manchada de sangre, pero había algo
estuviera b
de árboles oscuros que se mecían con el viento. Cuando las grandes rejas de hi
tro m
nzó por un camino de piedra que llevaba a una enorme m
bajó primero, luego abrió la puerta y, con una f
éve
, sintiendo que cada paso que d
ujo: mármol, arañas de cristal, arte en las paredes. Pero había
dio tiempo de
donde te
uerta y la m
itación
anal con cortinas de seda, un baño privado y una cama que par
aquí -espetó Carla
a había cerra
errojo girando, tambi
staba a
desp
sentado en el borde de la cama, abrazándose a sí m
.. todo lo que había pasado parecía
e abrió de golpe,
o entró
el cuello, su piel aún pálida, pero con menos rastros de dolor.
ruzándose de brazos con el m
so de pie d
igió, su voz temblando un
mento. Sus ojos negros la estudiaron,
ro darte l
era bajo
tió un es
-. ¿Me secuestran y ahora dice
tó una car
me deshacer
pali
tamente hacia Franco, su mi
N
a. Pero el aire en
frunció
era. No sabemos si po
Fabrizio, sin levantar la
que siguió
mbres, su pecho subiend
intiendo su rabia ganar terreno sobre
vó por un momento
pu
trecerró
r qu
más cerca, y ella c
a tu vida co
ó su pulso
estás h
pondió él, su voz tan tranquila que resultaba escalof
gó con l
é nada. No sé quién eres, ni qué
ladeó l
í. Y en este mundo,
quedaron suspend
todo su cuerpo se
e de mund
nuó Fabrizio, con un tono cas
pretó l
qu
omo si su respuesta
enes o
nudo formarse
a atr
simple h
ego del que n
on sus tatuajes y su mirada de to
a aceptar esto. No podía quedarse allí, encerrada en
s, impenetrables. Fríos. Como si ya hubiera tomado u
ó el nudo en su
enzaron a rodar
-susurró, su v
frunció
ó los puños
sé nada de ti, no diré nada...
a carcajada baj
aso, jefe. Sie
jos empañados solo est
o sup
resp
la
a, Fabrizio Antonucci sinti
o reconocía, algo que lo
ed
por su vida, ni por la gue
do de v
as cayendo por su rostro mientras lo mirab
o t
os un momento, respir
ra
onfianza lo mi
la a s
que siguió
odía creer lo
o, reaccionó con
¿estás
fulminó co
ero mantenl
tragó
lengua, claramente
o qu
rada de él y la clavó
neutra-. Pero si algo llega
tió un es
ra de decirlo, que la hizo pregun
le imp
querí
a, eso era
reso a Palermo
la mantenía las manos entrelazadas sobre su regazo, los nudillos blancos
o habí
resonaba en su mente: "Si algo ll
y una promesa
su edificio, Carla sintió su coraz
enó Franco,
rápidamente. Pero cuando dio un paso
s hacer nad
encontró mirándola c
quiere
ó él-. Fabrizio dijo que te
escalofrío recor
rro y se inclinó sobre
sueños,
có y desaparec
ngelada en su lugar, hasta
con el ceño frunci
arla se detuvo
taba con
entrecerr
y no con
r en silencio -m
elajó un poco, aunque aún
z avísame, ¿sí
iendo que su pecho aún e
tuviera en casa,
ía que Fabrizio Antonucci aú