ara, pero Romá
cuenta del silencio atónito que su comentario había provocado. Su padre estaba sentado en el sofá, mientras que el mayor Orbert estaba en su escritorio, pero no había señales de Román Orbert.
. Era Raúl Orbert quien había lanzado el rayo. Y, por supuesto, ¡era Raúl quien se había reído! Ella p
el vaso a la boca y lo vació. Luego lo dejó caer de golpe con una fuerza innecesaria; la expresión de su rostro atractivo y rudo era difícil de definir. Parecía más que enojado, pensó Clara
beber. Lo vas a necesita
so en su estado de shock, Josie tuvo la sensatez d
en una mueca irónica mientras llenaba un
as un par de minutos desde que había entrado al estudio y se había quedado paralizada p
e. ¿Qué tenía Raúl que, incluso cuando estaba en su estado más vil, haciendo bromas estúpidas
boca ancha y su mandíbula cuadrada, no era un hombre convencionalmente atractivo; su rostro era demasiado rudo para eso, pero aun así era extraña
ia de verano de la iglesia. Se suponía que Román la estaba ayudando, pero había ido a buscarl
mirada sorprendida se había fijado en la de él por un segundo, antes de que sus ojos recorrieran su cuerpo en un escrutinio descarado y ma
omán al extraño y, para sorpresa de Clara, le pasó un br
ado", murmuró el
, le preguntó
hagas caso. ¿Qué te parece
s, y el perturbador extraño había sido olvidado cuando e
vez que vio a Raúl, cuan
Raúl estaba allí. Pero, ¿por qué no? Técnicamente, supuso que era su casa. Raúl tenía razón en cuanto a que necesitaba una copa. Ho
o: estaba embarazada. Había regresado a su casa de campo en Low Beeches y había encontrado un mensaje urgente que le pedía que fuera a Manor House. Naturalmente, había dado por sen
antó cuando lo tomó por el lado equivocado, por l
e ser vali
deó y se frotó el muslo con la palma húmeda. No había comido en todo el día y se sentía marea