rio y rezó para que Raúl se m
uertes brazos bronceados, salpicados de suave vello negro, y unos vaqueros azules muy gastados que le llega
reprimió el pensamiento desleal de q
misa dentro de sus vaqueros y abrochando el cierre-
voz-. Veo que ya conociste a mi medio hermano Raúl, Clara, p
para unirse a él en la puerta. Román le pasó un brazo por la cintura y
. Clara acaba de contarme sobre tu compromiso. ¿C
eso? -le preguntó R
, y estoy seguro de que querías que lo supiera. -Mirando fijamente a Román con una mirada glacial, añadió-: No hay necesidad de avergon
metidos. En realidad, ella no había creído que la oferta de matrimonio de Román fuera genuina; simplemente se había deja
hasta el estudio, donde pareció disfrutar diabólicamente al incitar a Román
llevarla a casa en coche porque Román había superado el límite, ella no puso objeción. La última vez que vio a Román fue con su cabeza r
e hombre que estaba a su lado. Todo era culpa suya; si no la hubiera sorprendido en su cama y la hubiera incitado a decir que estaba comprometida con Román, podría haber atribuido los aconte
ad mientras detenía el coche frente
inturón de seguridad y alcanzó la ma
acia delante, Rául tomó su mano con la suya, mucho
ada, dolorida y harta, y cuando la mano de él se movió hacia su brazo de
o, pronto seremos parientes. ¿
redó en sus sedosos rizos negros, sosteniendo su rostro hacia el suyo. Ella estaba atrapada, sus altos y redondos pechos aplastados contra la
cuerpo. Clara estaba demasiado asombrada por su audacia como para hacer otra cosa que someterse a la experta demanda de su boca. Su cuerpo se volvió suave y d
acercó al asiento del pasajero y la ayudó a salir-. No tengas demasiada prisa
mo.
mar. Te lo digo yo: no tienes ninguna posibilidad de tener
deseando haberle dado u
ana de su dormitorio; ya no había muchos peces en el mar, no para ella. Estaba embarazada y destinada a ser madre soltera, y por primera vez desde que descubr
ra apenas era más que un graznido. Tenía la garganta sec
preguntó en voz baja, con sus ojos cansados f
ubiera caído una persiana, la sonrisa se le borró del rostro, mientras el recuerdo del día anterior volvía
as diez