gar equivocado, en e
dura. La superficie de madera bajo mis dedos era lo único que me mantenía conectada con la realidad. No dejes que tu mente se pierda. No
rr
o afuera, sino también dentro de mí. Todo se congeló. El tiempo se detuvo por un instante, desprovisto de sonido, como si el espacio s
i evaluadora. Como si ya hubiera visto todo esto antes. Como si supiera que no estaba allí por casualidad. Lázarev, por el contrario, apresuradamente se ajustó las
odas sus palabras amables, sus promesas envueltas en coches lujosos y habitaciones acogedoras, eran solo mentiras. El ro
traba en el lugar equivocad
a. No sabía qué hacer. Era mi oportunidad. Mi oportunidad de escapar. Me giré lentamente, en silencio, apenas respirando, como si temiera que cualquier movimiento errón
ntonces todo sería aún peor. Esos hombres no conocían la compasión, no les importaban mis lágrimas ni mis gritos. Demasiadas veces los había visto
lamar la atención, caminaba lentamente, con pasos calculados, pero en cuanto llegué a las escaleras, mis pies me llevaron corriendo hacia abajo.
l, pero nada era lo adecuado. Necesitaba una cuchilla. Una simple cuchilla. Todo sería fácil: un solo corte rápido y todo terminaría. Pero, claro, aquí no había nada
bservara desde el otro lado del cristal. Un rostro distorsionado por el miedo, con un destello de locura en los ojos. No, no puede ser locura. No lo es. Solo busco u
, para siempre. Mis dedos temblaban mientras seguía buscando. La desesperación crecía dentro de mí, pero era reempla
mi mente surgían imágenes - pasillos oscuros, los rostros de aquellos que alguna vez me hicieron daño. Los recuerdos brillaban como destellos, volviéndose cada vez más vívid
entes. Mi mente luchaba por mantenerse entre la desesperaci
bajo la luz tenue. Fue un momento de desesperación, el último grito de mi alma reflejado en aquellos pedazos brillantes de vidrio. Me incliné sobre ellos, y con una mano temblo
o de vidrio sería mi salida de todo este horror. Sin embargo, justo en el borde, algo me detuvo. Tenía miedo. Mucho miedo de hacerlo. Mi corazón latía con la fue