las monjas, y me di cuenta de que era la hora de cenar de Eloá. Rápidamente la llevé a la cocina, donde
ros que estaban en un estante de la habitación, cuando ella interrumpió
a, ya que no suele tener tiempo para leerme. -Pero te lo puedo leer. –
ién sentí tristeza al ver cómo un ni
lguien que nos diera una atención especial, cuando había tantos. muchos niños juntos... Pero no podía e
fe de ninguna manera. Me senté en e
de llaves, apareció en la puerta d
pero debes prestarle atención a la niña – aconsejó. – Mañana llega Nicole a las nueve y podrás descansar
sa, cuando escuché movimiento y de repente me levanté para comprobar
iando su cabello con cariño. - Buenas noches señor – dije inseguro, pero
que probablemente yo estaba con los ojos muy abiertos, tan sorprend
cabello de Eloá y se levantó, acercándose a mí. - Déjame presentarme – Extendió la mano ofreciéndola
u mano aceptando el saludo. - Y tú debes ser Charlotte – medio afrmó,
otte. Fue muy recomendado por la monja Catarina – Soltó mi mano y volvi
más que eso - A pesar de ser una or
vaba poco tiempo con Eloá y que entonces no tendría mucho que decir. - ¿Y Nicole? ¿La has conocido? – Aunque encontré un poco extraña la forma en que preguntó por Nicole, no
a y me disculpé caminando hacia la pequeña habitación adjunta, pero solo pude conciliar el sueño cuando me di
si no podía dormir, despertándome varias veces y tardando mucho en co
dad Charlotte Eloá era una niña muy tranquila y no era difícil cuidarla.
sino que era aún más fácil, ya que sólo necesitaba cuidar de un niño,
de Mackenzie, ya que en el orfanato también teníamos horarios estrictos para todas las actividades, evita
iña, ya que rara vez hablaba con Eloá y cuando lo hacía era con poca p
e una madre. Pero Eloá tenía a su p
re, algo que era comprensible, pues ya llevaba casi dos años cuidándola,
en el que crecí, haciéndome sentir que poco había cambiado en mi vida y
ormal, pues desde que llegué a casa de los Mackenzie a trabajar, todavía no había ido a ningún lado. Inclu
alir. Durante el tiempo que pasé viví en el orfanato. Estábamos ahora junto a la piscina, viendo como Eloá
eña también tomó clases de ballet,
, fue muy amable y siempre me trató bien. De hecho, ella y el señor
olo traté de permanecer lo más invisible posible y me di cuenta de que eso era exactamente lo que m
casa, pues ya había notado que ella fngía ser una persona completamente diferente frente a su marido y,