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Jessica Robins es una estudiante de trabajo social. Su objetivo ha sido ayudar a los demás en lo que pueda. Sin embargo, tiene una habilidad. Ella puede escuchar y ver los pensamientos de los demás. Las personas, sin saberlo, dejan que la joven los auxilie de una forma que otros no pueden hacerlo. Rainer Macgrath, es un estudiante de medicina, brillante y mujeriego. Ha perdido a una persona especial y por ello, ha tomado estas riendas en su vida. Pero su vida da un giro cuando conoce mejor a Jessica. Gracias a un evento inesperado, ambos terminan cruzando sus caminos. ¿Es posible que el amor surja entre dos personas tan diferentes? ¿Qué sucederÃa si hay un secreto que los une? ¿Podrán atravesar las piedras en el camino? ¿Acaso podrán escucharse en medio del desastre?
El sonido de llantas rechinar deslizándose por la calle mojada, el golpeteo de las gotas de lluvia sobre el suelo y el auto, aquellos cuerpos que quedaron debajo de un autobús, los gritos, las manchas de sangre, las luces rojas y azules de la policÃa y la ambulancia. Esa serie de eventos se grabó en la mente de Jessica como un video permanente.
Miró la mano de su padre usando el anillo de bodas que compartió con su difunta madre, el cual resaltaba ente el gentÃo. Esa mano inerte hizo que las lágrimas salieran de sus ojos y entonces, el sonido de la alarma la despertó de esa horrible pesadilla.
La blusa del pijama se le pegaba en la espalda debido al sudor. Su cabello de igual forma, pegado a su frente y cuello. Su pecho subÃa y bajaba gracias a la pesadilla que recién habÃa tenido.
Miró el reloj ubicado en la mesita al lado de la cama y notó que eran las seis de la mañana con tres minutos. Apretó los ojos y se quitó las chamarras de encima mientras intentaba calmar su respiración.
Era un nuevo dÃa, y de nuevo, la pesadilla se habÃa repetido.
Media hora más tarde, se encontraba duchada y cambiada. Pasó a secar su cabello y arreglarlo lo mejor posible ya que este tenÃa mucho frizz y además, se le ondulaba. Tomó una coleta y su mochila para bajar a la cocina. Su tÃa se encontraba sirviendo el desayuno junto a su tÃo mientras su primo CaÃn agregaba miel a sus fresas y avena.
-Buenos dÃas. - Saludó la joven mientras tomaba asiento al lado de su primo.
-Buen dÃa cariño. - La mujer sonrió gentilmente.
-Buen dÃa Jessi. -Su tÃo le dio un beso en la coronilla al pasar detrás de ella y su tÃa dejaba su plato frente a ella. La muchacha agradeció la comida y finalmente comenzaron a disfrutar su desayuno.
-¿Quieres que te lleve a la universidad? - preguntó su tÃo Marco mientras tomaba un sorbo de jugo.
-Gracias tÃo. Eso serÃa fantástico.
-Eres una tacaña, ¿por qué no gastas en el metro? - Preguntó CaÃn con un tono ligero de molestia. Jessica lo miró con los ojos entrecerrados. Era insoportable. SabÃa que apenas era un adolescente, pero no entendÃa cómo podÃa ser tan egoÃsta y tonto a la vez.
-Cállate CaÃn, cuando comiences la universidad, a ver si dices lo mismo.
-No mamá, aquà solo hay dos opciones, o yo me llevo el auto a la universidad o simplemente no sigo estudiando y me hago DJ en Ibiza.
-Eres un idiota. - Murmuró la muchacha mientras tomaba una cucharada de su desayuno.
-Mamá, Jessica me dijo idiota.
-Es que si lo eres. -Soltó su padre y todos rieron en la mesa a excepción del joven.
-¿Cuándo debes continuar con la práctica? - Preguntó la mujer mirando a Jessica. La chica terminó de tragar su comida y le devolvió la mirada.
-¿Dentro de dos semanas? En el hospital universitario.- Sus tÃos asintieron. Le hicieron otras preguntas con relación a esa práctica ya que la joven estaba a dos años de terminar la carrera de trabajo social. Era una labor poco considerada, pero muy importante en diferentes ámbitos de la sociedad, además, de esa forma podÃa ayudar a muchas personas. No solo con las necesidades obvias, sino que también las mismas que ocultaban en el fondo de su corazón. Las que solo ocultaban en sus pensamientos y memorias.
Luego de terminar su desayuno. Los chicos corrieron escaleras arriba para cepillarse los dientes. CaÃn le dio un ligero empujón a la muchacha y ella le gritó por ser un grosero, sin embargo, le causaba gracia ya que no era raro que se hicieran bromas de este tipo.
Después de unos minutos, al escuchar el grito de su tÃo, la muchacha se apresuró a guardar el cepillo y le metió el pie a su primo para que este cayera de bruces contra el suelo.
-¡Jessica! - Ella le sacó la lengua y corrió hacia abajo mientras se reÃa triunfante.
Al llegar a la universidad, la joven se despidió de su tÃo y su primo quien simplemente le sacó el dedo del medio recibiendo un golpe en la nuca por parte de su tÃo. La joven se rio divertida y comenzó a caminar hacia el edificio de la facultad.
Afuera la esperaba una de sus mejores amigas, Danielle. La muchacha tenÃa un par de trenzas que caÃan sobre sus hombros con dos mechones sobre su rostro ya que se encontraba revisando su celular.
-Hey.
-Jessi. - Bajó el celular y se levantó de la banca para poder abrazarla y tomarla del brazo.
-¿Cómo te encuentras? ¿No te sientes cansada?
-¿Cansada? Apenas es el primer dÃa de clase Dani. -La peli marrón comenzó a quejarse mientras dejaba su cabeza sobre el hombro de su amiga.
-Lo sé, pero el cuarto año ya me pesa en los hombros. - Jessica se carcajeó y procedió a abrazarla mientras caminaban hacia su salón.
El dÃa pasó sin muchos contratiempos, al igual que la semana. Jessica se habÃa encargado de ordenar todo para la práctica que pronto tendrÃa que iniciar.
Era viernes por la noche y se encontraba en su cama viendo una serie mientras comÃa palomitas de maÃz. QuerÃa aprovechar sus últimos dÃas relajándose antes de que las cosas comenzaran a ponerse estresantes. Entonces su tÃa apareció frente a su puerta. La joven se sorprendió, pero de igual forma la dejó pasar y la invitó a tomar asiento en su cama.
-¿Sucede algo? - La mujer acomodó sus gafas y le mostró una ligera sonrisa mientras negaba lentamente. Jessica conocÃa esa mirada. Tomó la mano de su tÃa y entonces supo de qué se trataba.
Su primo no estaba en casa, de nuevo.
-TÃa...
-Lo hiciste de nuevo ¿no? - Jessica frunció los labios al escuchar la pregunta de su tÃa. HabÃa algo que la hacÃa especial, y no de forma metafórica, en verdad era especial. Ella podÃa ver algunos recuerdos de las personas si estos causaban una emoción fuerte y también escuchar esos recuerdos o pensamiento. Un don que habÃa adquirido luego del accidente donde su padre falleció hace diez años.
-Lo siento, no querÃa...
-No te preocupes. -La mujer la abrazó. -Sé que es inconsciente.
-¿En serio se fue de casa? - Preguntó ella finalmente.
-Si se fue. - Jessica apretó los ojos y luego miró a la mujer a su lado.
-¿De fiesta?
-Seguramente. - No era la primera vez que CaÃn se iba de casa sin decirle a nadie. Lo peor era, que se iba con unos chicos que no eran buenos amigos para él. Jessica sabÃa la clase de muchachos que eran. De cierta forma comprendÃa lo que hacÃa, era un adolescente y no tenÃa buenas compañÃas. O eso habÃa notado una vez que fue por él a la escuela.
Lo habÃa encontrado con dos chicos que tenÃan cigarrillos en sus manos. En cuanto la vieron se alejaron. CaÃn la miró y simplemente se acercó para que se fueran de ahÃ. Ella le habÃa preguntado quienes eran ellos, pero el muchacho no dijo nada.
-¿Dónde podrÃa estar? - Murmuró ella mientras colocaba sus dedos por encima de sus labios.
-Creo que sé dónde está.
-¿Cómo? - La señora Murray sacó su celular y se metió a una aplicación que parecÃa ser de un GPS.
-TÃa... no me digas que...
-¿Hice mal verdad? - La joven la miró preocupada. Espiar a sus hijos de esta forma... sabÃa que ella estaba preocupada por su hijo, pero esto atravesaba los lÃmites de privacidad. Era un sentimiento contradictorio, para ser verdad.
-Bien, iré por él.
-¿Qué?
-Si él me mira ahÃ, no perderá por completo tu confianza. Pero debes borrar esa aplicación de tu celular y de la de tu hijo y luego decirle la verdad. ¿Entiendes? - Ella asintió lentamente.
-Sé que estás preocupada por él, pero debes hacerlo, aunque sea un poco difÃcil.
-SÃ, lo entiendo cariño. - Acarició el cabello de la muchacha.
-Entonces iré.
-¿Irás sola? - La joven negó lentamente. TenÃa a dos personas en mente para poder asistir esta misión.
Una hora más tarde se encontraba frente a la ubicación de CaÃn. Una discoteca llamada Hélix que era muy concurrida por universitarios como Jessica y sus amigas. Se encontraba casi a las afueras de la ciudad, por ende, tenÃa un parque amplio y mucho campo a su alrededor
-De haber sabido que era esta clase de lugar me hubiera vestido más sexi. - El comentario de Danielle hizo que su otra amiga, Sophie, rodara los ojos en señal de irritación.
-Solo venimos por su primo idiota. No haremos ni más ni menos.
-SÃ, sÃ, entendemos la misión. - Se expresó Danielle.
-Pero ¿cómo supiste que él estaba aqu� - preguntó Sophie un poco confundida.
-Es una larga historia.
-De seguro su tÃa instaló un GPS. - Bromeó Danielle, pero al ver el silencio de su amiga se dio cuenta que era verdad. -¡Oh vaya!
-Hablaremos de eso luego, ahora vamos por ese tonto. - Las tres mostraron sus identificaciones en la entrada y pronto las dejaron pasar.
La música, el olor a alcohol y tabaco inundaron los sentidos de la chica. Jessica se sintió ligeramente perturbada ya que estos lugares no eran para nada de su agrado. Ella preferÃa entretenerse con otras cosas.
-Separémonos. - Sugirió Sophie. Las chicas asintieron. Jessica se fue al frente por donde estaba el DJ y las plataformas con tubos para quienes se animaban a bailar. La chica no logró alcanzar a ver nada. Entonces reconoció a uno de los muchachos que habÃa visto junto a su primo en la escuela. La joven se acercó a ellos.
-¡Tú! - Exclamó. El chico la miró de pies a cabeza y supo que estaba siendo juzgada por su ropa. No le habÃa dado tiempo de vestirse para la ocasión. Llevaba un pantalón de lona con mangas holgadas, unos tenis, una playera blanca y un suéter de lana violeta. No era lo mejor para venir a una discoteca.
-¿Qué quieres?
-¿Dónde está CaÃn? - El chico se encogió de hombros. La joven tomó aire y luego atrapó al chico del cuello de su camisa pegándolo a la pared. -Me dirás dónde está mi primo o le diré a tu madre que te mantienes en estos lugares. - Procedió a tomar una foto de su cara y el muchacho se quedó con los ojos bien abiertos.
-Ah... él salió a tomar aire. - La chica lo soltó y guardó su celular.
-¿Ves? No era tan difÃcil. - Salió de la discoteca para ir en busca de CaÃn. La muchacha se abrazó a sà misma debido al frÃo y dio vueltas buscando al adolescente. Decidió ir a ver al estacionamiento, tal vez podrÃa encontrarlo ahÃ. Se paró frente a un auto negro subiéndose en uno de los topes e intentó buscarlo desde ahÃ.
Sin embargo, su mirada atrapó una imagen que nuca creyó ver en carne y hueso. A un par de metros de ella, habÃa una camioneta color gris que se mecÃa lentamente. Por un momento pensó que se trataba de un temblor, pero era el único auto que se movÃa suavemente. Y entonces, en el vidrio del frente notó a una chica de cabello rubio que le daba la espalda y se movÃa lentamente.
Todo sucedió muy rápido. El rostro de un chico se asomó al lado del brazo de la rubia cuando esta se acercó a besarle la oreja. El rostro de un muchacho bien parecido se mostró mirando a Jessica con expresión excitada. Él recorrió con sus manos la espalda de la chica sobre los delgados tirantes de su indumentaria. Abrió sus ojos y entonces los conectó con los de Jessica. La joven se sintió paralizada por haber sido atrapada mirando aquella escena. Pero eso no fue lo más impactante, él le sonrió.
La sangre se le subió a la cabeza y de inmediato miró hacia otro lado.
Jessica no podÃa creer que acaba de ver a dos personas teniendo sexo en un auto. Más especÃficamente, que habÃa visto a Rainer Mcgrath teniendo sexo frente a una discoteca en un auto sin polarizado.
Salió huyendo de ahà sin saber que habÃa añadido un nuevo problema a su vida.
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