l brazo, la atraigo hacia mí y, sin pensarlo,
M
ensa en m
le... -murmura co
uando miro su rostro con más a
tiene un leve
n cuidado y levanto l
eto
guas. Su piel está marcada con la
poder conte
gesto de incomodidad y se
él? -Me señala con sus grandes ojos-. Y... espera... ¿p
sonríe co
que eres
padea, c
aún más frunciendo notablemente el ceño, luego,
na gasela dispuesta a sacar s
icia su mejil
te protegerá siempre, que te apoyará sin importar qué y,
u mirada brillando con u
me cu
la vista de ella. Carajo,
e infierno y no pe
mirada a
S
. Sus uñas se entierran ligeramente en mi
se detiene
gesto con la mi
Susurra con
uando una voz llena de ven
dónde car
en, quien de inmediato baja la cabeza en señal de sumisión, pero noto sus puño
erca con una s
abrir la ma
e salta encima. Hag
-le gruño,
es seductora-. Solo
corto, con un escote pronunciado.
Quiere un aperitiv
mece y asiente
rse, y es entonc
cue
bra
de mo
rabia al entende
sarlo,
uerta de madera y
rente a mí
olmillos clavados e
ntes truenen en su boca quebrándose, se mantiene en silencio mientr
ira con desdén, limpiánd
a con fastidio, su voz
desesperación y
dome que n
e que soy su mate,
uria ardiente
y Lu
a calma, aunque mis ga
r de cabello negro entran en la
indignación-. Te dije que la dejaras por h
ntentara protegerla. Su mirada brillando in
en asiente con dificultad sin levantar la v
la mesa... -sonríe
onreír despué
icio con una falsa cortesí
os mira c
entró así a
ruge den
enerme por mu
, es notar que realmen
.
más de lo que esperaba. Quería verla, asegurarme de que estuviera bien, y, sobre todo, comprobar con mis propios ojos que no tenía más heridas frescas. Desde el m
yo no podía ignorar la sensación de que algo estaba mal. Cada vez que escuchaba pasos en el
us cosas con cuidado, sin llamar la atención, y que las pusiera en mi coche. También le dije que avisara a Arturo para que hi
ostura, sobre todo cuando veía la mirada de satisfacción de Grayson, como si e
ba a salvo, al menos por ahora. Miré a través del cristal y la vi encogida en el asiento trasero, abrazándose a sí misma, como si aún te
cieron eternos. Sentía la urgencia de salir de ahí lo antes posib
con calma, como si no estuviera a punto de traicionar a uno de los vampi
ele
so
elocidad. No miré atrás. No podíamos darnos el lujo de titubear. Sabía que, en
o era que ella estaba conmigo. Y no pensa