emecida por el terror de los instantes previos, se deslizó fuera de la casa. Cada paso que daba estaba impregnado de una mezcla de miedo y confusión: las puertas que siempre
avanzó por el amplio patio. El eco de sus pasos se perdía en el retumbar de la lluvia, y cada sombra parecía abrigarla. Mie
ó. Era una Claire, su inesperada aliada en medio de este infierno. La vo
Escúchame: sal de la
encio, congelada
o, pero todo saldrá
n el corazón latiendo desbocado, María asintió, más para sí misma q
dero y sigue recto por la puerta later
ás que una trampa. La voz de Claire le transmitía confianza, y en esa confianza encontró su única tabla de salvación entre la
de sus pisadas se confundía con el murmullo de voces que parecían seguirla en la penumbra. De repente, un leve crujido
rró Claire a través del teléfono-. El pel
un fantasma en ruinas, y en el silencio del jardín, María se sentía a la vez pequeña y desesperada. S
lara con reflejos inquietantes. Con el corazón palpitante, se detuvo frente a la puerta, susurrando una plegaria sile
naban en el corredor lateral. Cada gota de lluvia se mezclaba con el eco de aquellas pisadas, que se acercaban
e urgencia, se oyó en la penumbra, haciendo qu
y la lluvia parecía intensificarse, como si la naturaleza misma tratara
es ahí! Te es
entos. A través del velo de la lluvia y la penumbra, una figura comenzó a emerger. El corazón de María latía con fuerza, mientras cada fibra de su ser
Finalmente, justo en la entrada de la puerta lateral, la sombra se detuvo y se inclinó ligeramente, revelando rasgos
on voz entrecortada-.
ensión persistía. Rompió en llanto cubriéndose el rostro. Olivi
hay tiempo
nsciente de que la noche aún escondía peligros. La sensación de haber sid
en mí -s
n del momento se transformaba en un torbellino de emociones: el alivio de haber sido rescatada, el desconci
fuso -dijo Olivier
no en mano, asintió sin
tiempo te observo. Conozco tus penurias y se los horrores a los que has estado sometida en tu matrimonio. Él es mi jefe y conozc
resplandecía ante la luz tenue resaltando sus rasgos firmes y bien definidos. A pesar de su juventud, su porte denotaba una madurez serena; cada uno de sus movimientos era medido y seguro.
ción, hizo que el tiempo pareciera detenerse. María, apenas pudo reaccionar
ó-, agradezco lo que has h
risteza. El silencio reinó de nuevo
rabajamos juntos para que pudieras escapar. Yo la contacté y le conté todo, porque sabía que confiarías más en su voz, pero
a imagen de la mansión se desvanecía en el retrovisor, y María se
uda y la aparente seguridad que ofrecía, el corazón de María se debatía
re brillaba con un aura amenazadora. Rodeado de un grupo de guardaespaldas, cuyas figuras imponentes se perfilaban co
ó el temblor en su rostro y se giró ligeramente, dejand
voz que pretendía ser tranquilizadora-.