ntes, era un hombre decidido a matar a Varouse. Su rostro se había endurecido y sus ojo
una pequeña sonrisa, su gesto característico que le daba la apariencia arrogante perfecta. Sabía exactamente el efecto que tení
ebilitaran, mi corazón cantar
samos juntos estuvo lleno de grietas y defectos, fue prohi
éramos nosotros y y
edor de su cintura mientras me sacaba del baño. A medio camino de la cama, mi toalla se deslizó y
. Cuando me quedé sin aliento, él se rió entre dientes en mi
silla y me lo entregó. Se sentó en el borde de la cama y me observó. M
. Miles de palabras quedaron sin decir, pero
en el horizonte; ahora teníamos poco tiempo. Tenía que irse antes de que alguien me d
riz en mi cuello, llenando sus pulmones con
ción en la garganta y la mandíbula. Finalme
ruño más fuerte, ¿me dejarías cogerte? ¿Al estilo Tarzán? -gruñó. Levanté
s, riendo. Lo vi reír libremente, todo su comportamiento se transform
-Me gustaría poder oír tu risa -intenté susurrar-. Ap
sus labios y detuve el resto de sus palabras. -Quiero oírte decir mi nombre
do a convertirla en mi fuerza y a usarla contra mis enem
oír su voz y su risa. Habría sido música para mis oídos. Lo sa
Solía soñar con nuestros momentos, las pequeñas cosas que nos harían felices. Siempre pensé que sería la chica
palabras. El único cambio notable en él fue la
sus labios. No podía dejar de sentir la suavidad y la plenit
son imperfecciones y un cuerpo que ha sido usado, un alma que ha sido lastimada y labios que han sido besados por un hombre sucio. Tengo ta
amente, como si fueran un espejo de mi alma. Su mirada gritaba locura; era cruel y furio
metro de ellas. No las esquivaba, las observaba... y parecía que las
espertaba. Me dio un golpecito en la mejilla con la suya y luego recorr
ojos, entreabrí los labios e inhalé. Su aroma distintivo, almizclado, con un ligero toque de
cho y luego hacia mi cuello. Me agarró la nuca y abrí los ojos. Sus
no quiero la perfección. Quiero tus defectos y cada grieta que tengas dentro de tu corazón. Lo quiero todo, porque eres tú. Nadie está libre de imperfecciones
i cabeza. Su orden era abrumadora. Se deslizó más profu
sperando el beso. Pero nunca llegó. En cambio, se ap
untariamente. Nadie puede obligarte. -Me miró a los ojos y me r
lguna vez le has entregad
volvió borrosa y parpadeé. Una lágrima se deslizó por mi mejilla. Velbert la miró y lue
ó sin aliento y sin pal