atardecer. Los muebles, otrora majestuosos, ahora reflejaban la decadencia de la familia Del Valle. Su padre, Don Anselmo, esta
irme-. Te casarás con Alejandro Montenegro. Le d
ta. Sus manos temblaron levemente a
e oía-. ¿Por qué no Victoria? Ella es
si la mera sugerencia
está sellado. Se casará con el hijo del Ministro de Finanzas, un hombre con poder y fortuna. Tú, en camb
e indignación. Las palabras de su padre
¿Así es como me ves? ¿Como una carga que puedes desha
stro imperturbable transmitía
egro salvó mi vida, y es mi deber compensarlo. Además, ya sabemos
ó, sintiendo las lágrimas arder en su
madre, con su fría indiferencia, se lo recordaba cada vez que podía
su padre-. Alejandro Montenegro ha aceptado es
entada en una esquina de la sala, no había dicho ni una palabra, simplemente observaba con la expre
ltima vez, pero Don Anselmo levantó l
s lo mejor para todos
pasos rápidos. Cruzó el pasillo hasta su habitación, cerrando la puerta det
n modales, sin sueños. Sus dedos temblaron al pensar en su futuro. Siempre había soñado con encontr
la puerta, apoyada co
ara algo -dijo con una sonrisa burlona-. Mientras
los puños, pe
o, no tienes otra opción -añadió Victori
que su mundo
le dedicó una mirada y su padre le entregó una pequeña bolsa con
cido. La travesía hasta la hacienda Montenegro fue larga y silenciosa. Isabela se mantenía con la mirada perdida en el paisaje que
ilde casa que imaginaba, sino una majestuosa propiedad con grandes campos, caballos y trabajadores ocupados en
corazón latiéndole en la garganta. Alejandro Montenegro no era el campesino que había imaginado.
bela -dijo con v
rgullo herido. No dejaría qu
enegro -respondió co
ndola con una intensidad que
ciéndole su brazo-. Será un pl
rándose para enfrentar el de