or
al, pero no p
oxidado que colgaba en riachuelos por mis hombros y espalda. Me quedé mirando un par de grandes ojos azules rodeados de mejillas demasiad
anto miedo hace
lo
pecho. Por qué mi rostro parecía mucho más jove
ado y empuñado. No importaba cuántas veces había sentido el frío acero en la palma de mi mano o cómo me sent
usto ahora,
odía sentir lo i
aber sido la puerta de mi dormitorio). En cambio, allí estaba la isla central de la
ocer la misma secuencia de acontecimientos que
, sabiendo que en unos momentos tendría
instintivamente lo que encontraría allí: el tocino chisporroteando sobre la estufa, el
é cerr
nte, pero ese no fue el resultad
atronador en mis oídos mientras miraba
se transformó en he
podía. Ella y
. Había trabajado jun
re un montón de ensalada derramada
o en sudor mientras temblaba profusamente y caminaba de regreso a través de la puer
é hacia donde estaba el arma en mi mano, quité e
por una ventana y vacié mi arma, intentando acertar. No era propio de mí fallar, no después de años de entrenamiento. Pero cuando er
más experiencia que
de sangre. Su cabeza parecía deformada po
nariz, la mism
cho tiempo que me habían frotado
arareaba dulces melodías
ó mientras miraba a mi segundo padre muerto y sabía que la escena se desvanecería rápidamente. El zumbido en el fondo
s cuerpos de mis padres y
mesita de noche y lo silencié de inmediato mien
mientras pensaba en la familia que había destruido la mía, en el hombre que había matado a mi padre y en la pérdida que había destruido a mi madre.
ue destruyera el
*
hecho lo mismo con mi coche antes de salir del complejo. Recordé cómo había cambiado la
dejaría nada al azar. Intentaría que mi
a todos para que creyeran que no era una amenaza. Dejando a un lado todo en lo que me habían obligado a convertirme, incluido el ardor de odio que me ardía en la ga
o me acerqué al final de la cuadra, tiré el teléfono a un bote de basura al lado de una de las bodegas
estuviera buscando algo dentro. Delante de mí, un grupo de hombres s