aredes blancas. Mateo despertó en uno de los sofás de la sala de espera, con la muleta apoyada a su lado. Había decidido quedarse un poco más después de su en
tás bien?", "¿Por qué no respondes?", "Llámame en cuanto puedas". Mateo suspiró y decidió ignorarlos por el momento. No se
serena. Al verlo, se detuvo por un instante, como si no estuviera segura de si debía saludarlo c
abitación? -preguntó Clara, con una
a. -No. Quise quedarme un rato más por acá. A veces las áre
ifrar algo en su rostro. -Espero que no haya sido po
que no logró disimular su sinceridad-. Hablar
riencia enfrentando situaciones difíciles como enfermera, la vulner
disfruté nuestra conversación
ar procesando lo que significaba ese "diferente". Finalmen
ía a buscar un ca
ompañarte
cortesía, pero también con una leve curiosidad que no pasó desapercibida. Mateo no pudo evitar notar cómo Clara se tensaba ligeramen
, desde donde se veía el jardín del hospital. Las tazas de café humeaban entre ellos, crean
to? -preguntó Clara de repen
ceja, divertido.
dos los días. La mayoría de las personas se guardan lo que sie
e no tengo tiempo para rodeos. He pasado demasiado tiempo guardándome c
ración y algo más profundo. -Esa es una forma valien
con una risa suave. -Pero sí, salgo: quiero ser honesto contigo. No sé
alargó la mano y la posó suavemente sobre la de
sonido de un celular vibrando en la mesa interrumpió la quietud. Era el teléfono de Mateo. Cuando
lara lo miró con una mezcla de comprensión y preocupación, pero no dijo nada. Ambos sabían que lo
una promesa de nuevos comienzos. Y aunque el futuro era incierto, en
lar vibrando en la cartera interrumpió la quietud. Era el teléfono de Clara. El
vo con discreción y leyó un mensaje que había llegado tras la llamada perdida. Su
preguntó Mateo
a distraída. -Sí, solo... un
tarde, Clara volvió a mirar el mensaje
tal. El doctor Jesús Rivas me dijo que te había dado el tr
denso y asfixiante. Su corazón comenzó a latir con fuerza, no por el contenido en sí, sino por lo que representaba. Lisa
e de todo lo que implicaba. Pero incluso después de hacerlo, su
os puños sobre la mesa de la cafetería, tratando de controlar el temblor que la invadía. ¿Por qué Lisana la buscaba ahora? ¿Qué esperaba de ella? La últi
aparecer de un momento a otro. El hospital, normalmente un lugar de rutina y control, ahora
lo. Pero en el fondo sabía que Lisana nunca daba un paso sin una razón. Si la había ayudado con el trabajo, era p
o ignorar la creciente presión en su pecho. Pero no importaba cuántos pacientes atendiera ni cuá
Lisana sabía exactamente