vación a flor de piel, se presentó al Hospital Central, un lugar conocido tanto por su excelencia médica como por la rigurosidad de
una voz masculina,
estaba el Jefe de Cirugía, el Dr. Jesús Rivas. Su porte era imponente, con un
ueba práctica antes de tomar una decisión
us corredores brillantes y el suave aroma al desinfectante, parecía un laberinto de
a sala. Necesita un cambio de vendajes
el peso del mundo descansara sobre sus hombros.
vés de las cortinas. En la cama, un hombre joven descansaba con una expresión ser
eza. Su voz tenía una suavidad
rubor subir por su cuello-. Soy Cla
, Clara. Y
se hacía más palpable. Cada movimiento parecía estar cargado de una energí
Mateo con una sonrisa que parecí
o sonar profesional mientras evitaba mirar directame
ó él-, y aunque sus palabras eran simples,
zaron. Fue un contacto breve, pero el efecto fue devastador. Cl
e existir. La mirada de Mateo era intensa, casi hipnótica, como si p
o -dijo Clara, más para conv
y la tomó por la cintura, acercándola. El latido de su
menos importa -susurró él, con
o en la forma en que Mateo la miraba, una mezcla de ternu
rió, y Jesús apareció con e
una voz que parecía más una adv
de inmediato, tratando d
... terminando de a
eterno, luego asintió lentamente antes de salir de l
la puerta, no pudo evitar girarse una última vez. Él seguía observándola,
mociones que la invadía. Aquel primer día de trabajo no había sido como lo había imaginado. Se
murmuró para sí misma, aun sintiend
promesas tentadoras y peligrosos secretos. Una parte de ella deseaba r
aquel instante electrizante: el roce de sus manos, la proximidad de sus cuerpos, la chispa que había encendido, algo inesperado dentro de él. Por un momento,
siempre había definido su relación con Mateo. Llevaba un vestido sencillo pero elegante, y su cabello caía en ondas naturales sobre sus hombros.
ondo se percibía una leve inquietud. Su tono tenía esa mezcla de suavid
suyas que parecían desarmar cualquier sospecha, pero esta vez llevaba una sombra ap
respondió él, tratando de
l día, buscando las palabras adecuadas para hablarle. Desde que Mateo había sido ingresado al hospital, Dana había hecho todo lo posible por estar a su lado,
es blancas que había comprado de camino al hospital-.
a hablando desde el otro lado de una pared invisible. Mientras ella acomodaba las flores en la mesita junto a la cama, Mateo se preguntaba cómo había llegado a es
a pequeña inquietud comenzaba a formarse. Había notado algo en la atmósfera al entrar en la habitación, una sensación indef
e vine -comentó, intentando sonar
lo que compartían. Y él, en el fondo, sabía que había construido algo con ella que no quería destruir. Pero al mismo tiempo, se sentía atrapado entre la comodidad de
para confiar, para seguir luchando por lo que tenían. Pero las palabras que él no decía empezaban a