rena les abrió la puerta y Enzo ayudó a Celine a subir en el coche. Una vez acomodados
aba de su abogado, quien le informó que todo estaba finalizado y el señor Malcom había aceptado gustosamente l
formó a
e asegurado de que no se involucre de nuevo con aquellos prestamistas -Celi
insegura l
bes que n
cambio, recibirá un pago mensual para sus gastos personales, pero estará r
sión y agradecimiento por lo que est
estabas ayudando? -pregunt
. No parecía interesado en mí, ni por qué estaba al tanto de su situación -añadió-. Al
decir Celine, confir
var el exterior de la carretera, pensativa. Finalmente, se
una respuesta positiva, pero solo obtuvo una negación de ca
veía apagado. Quizá debido a los sentimientos contradictorios que le invadían, ella había hu
o que estaba realizando para controlarse. Sin comprender plenamente lo que ella experimentaba, optó por mantenerse en
avillada al encontrarse frente a la imponente mansión. Enzo la ayudó a caminar hasta l
guntas -le advirtió Enzo-. Sol
intió en
elleza se encontraban sentadas en la mesa, junto al padre de Enzo, un hombre de ojos penetrantes y porte distingui
serena, el pad
ñado, ¿quién es esta jovencita? -preguntó con un tono cort
cta para mí. Era lo que deseabas, ¿no es así? Permíteme presentart
sus oídos le transmitían. Mientras tanto, las dos invitadas presentes mos
ocultar su incomodidad
cir antes de ser interrumpida por Emir, quien
alidades. Pero por ahora, la cena
ue mostraban pensamientos insondables. Su prominente nariz alargada, con arrugas que marcaban su rostro. Labios delg
malidad y el orden. A pesar de su edad, mantenía un toque de elega
e la observaba con una sonrisa burlona en su rostro. Apenas había llegado y ya deseab
re. Era conocida por ser caprichosa e insoportable. Nunca le había agradado la inmadurez qu
r su atención a la pelirroja, que luchaba por
r a Celine, incluyendo al señor Emir, haciendo
trató de explicar Celine, buscando las palabras
terrumpió con un to
millarla-. No te preocupes, a mi hermanita también le costaba cortar la carne s
Stacy, que rápidamente desapareció al no
zada, mientras Enzo se levantaba de su sil
ine con una sonrisa, antes de empezar a cortar trozos en su plato. Su cercanía desconcertó a