y sobre todo verano porque era la época que mi madre y mi padrastro p
entre su pelo negro y ese aroma que lo envolvía todo, con esos abrigos tan suav
ría cuando me dejaba yo le daba muchos besos y ella me decía "quita que eres una pesada", pues lo mismo decía en casa de la abuela, cua
ima mayor me contaría
allí, con ella, como si no hubiera pasado nada, no tengo recuerdos de esto, pe
iendo una madeja de recuerdos felices entr
nesperado para mí. Era un día como cualquier otro, pero
olo ojo y esa una sonrisa cálida, había s
amos historias y risas en la cocina, de
sión. Sus ojos me miraron fijamente. Y su mano
ntras su voz se volvía
o bien¡¡ y en ese instante se
busca de un médico y por el c
o y yo le pregunté que cómo se encontraba mi abue
illo de la casa, miré a la izquierd
lante y vi el cuerpo de mi
Aun así fui hacia mi abuela a preguntársel
en cada 29 de enero, su espíritu vive en la brisa que acaric
na, mi madre, mi padrastro, mi abuela y yo, cuando de repente nos levantamos al escuchar que
ital. Había sufrido una trombosis. Permaneció tres largos meses en el hospital, y debo deci
de cuidar de mi padrastro y de mí.
se para la ciudad, por lo cual otra tía tam
emanas, los meses y los años. En el telar del tiempo, tejíamos momento
es nuestro" moras, moras y más morras, nuestros cestos se llenaban de estas pequeñas joyas de la Naturaleza, y ni siquiera necesitábamos un detector depermitía detenernos en los instantes simples, enco
undo que se exten
os más simples. Las risas y las confidencias compartidas. Los recuerdos que acumulábamos se convertían
as aventuras empezaron a tomar rutas diferentes. Un día, las moras en los cestos se transformaron en vasitos de vino en la bodega cueva propiedad d
vidas. Y mientras levantábamos nuestras copas, brindábamos por los días pasados y los que estaban por venir. Aquella bodega se convirt
trando consigo una perturbadora psicopatía que agravó aún más nuestras dificultades. A partir de ento
noticia maravillosa,
uevo miembro. Aquella revelación prometía un futuro más radiante, destellando co
nura que emanaba de mi hermano, la sombra de la enfermedad de mi madre
gura de fortaleza y cariño, se vio sometida a la violencia de la enfermedad. Mi instinto de protecci
parecía reflejar la transformación interna que vivíamos. Mi hermanastro
virtieron en faros de luz en mi vida. Lo amé con una pasión inqu
urso del colegio, cambiaron las le
ente a la ciudad que está a casi 40 km, lo cual para mi abuela y para mí era algo
me llevó de la mano con él, y desde aquel día habí
separados, finalmente íba
tinos para unirnos como una familia, como si el universo ente
manito bajo el mismo techo era como un cuento de hadas que se vol
ueva vida en familia, pronto tomó un giro oscuro y sorpr
remanso de calma antes de la tormenta, antes de que l
letamente atónito. Mis oídos no podían creer lo que estaban escuchando: mi padre, el hombre que creía ser mi padre biológico, en r
ura paterna hasta ese momento r
aron en mis oídos como una pesadilla: "No te quiero", dijo,
dos, me encontré frente a un rechazo
e rompecabezas retorcido que de repente se había vuelto mi vida. ¿Por qué no me querían ahora? ¿Qué había hecho mal? ¿Qué habí
omo de aquel hombre que una vez consideré mi padre. Cada día que pa
des detrás de esta historia. La verdad detrás de la confesión de mi madre y
Aprendí que la sangre no siempre define el amor,
en una parte crucial d