lo I:
la a
ante como el café de cada mañana. Y así como este, Keng es el latido que impulsa e
és, dibujando círculos en el hombro del c
ola más a sí y fijando su mirar
que castigarte -bromea el rubio coqueto, haciendo que su sonrisa pr
r cubriendo su rost
e te diga lo
rgüenza, pero eso no impide que le mire a
o a la mejilla de la reina, sin hacer nada más que palparla para que ella se exalte-, porque de
baja. Sueltan ambos un ligero gemido. Tan de cerca están sus bocas chocando aliento con aliento. Nariz con
sonriendo antes de él ir a por otro be
por el brazo y la vuelve a
e la niña. La carga y acuesta sobre su desnudo pecho. Ronda y en vueltas pasea la ha
mirar la carita de su pequeña adormilada- tan linda,
frota su naricita repetidas veces contra el torso de él, la madre se acomoda en la cama con plane
cita de la niña- belleza divina como tu mami. Ni l
carcajadas, ve de reojo a su muje
stada en su brazo. En tanto él se encamina a sentarse en la cama- esa silueta desnuda que vez detrás de mí es la diosa de t
ebrazo mientras él se balancea de un lado a otro
decía na
al deja escapar una sonora risita para luego lamer
sí -descansa una palmada suave e
esas ideas, dejando besitos sobre
nudillos, sus ojos; dándole la esp
der, no seas así de pesada como tu madre, que me maltrata -en un pu
sin notar que su esposo está sonriendo
a a tararear una canción, paseando por toda la habi
... p
sposa abre los ojos de forma tr
todavía desconcertado, pero con una a
la niña entre babas
sa. Observando, detenidamente con sus ojos zafiros, las artic
o para levantarla y mover la boca con lentitud a c
a bebé aprieta los labios,
ápido y emocionada al pararse a
e el ceño al verla descubierta, alg
a tomar la niña, pero él se lo impide, provocan
oso-. Además, tú no tienes ropa y eso no es educativo para una bebé
a dando unas palmadas en
jos-, papi te quiere mucho, mucho -besa sus cachetes, conquistando otr
Pa
ndo su pijamita blanco de flores rosas. Desvelada, Lié se acerc
dirá mamá -le besa la frente, in
uea, jugando con los finos c
mi fa
uosos habían dado golpe años atrás, pero la llegada de su bebé se convirtió en el motor de cada día
aranja. Ella no aludía las supersticiones de su esposo, pero sí daba gracias por vivir cada latido de su corazón junto a su amado. Ansiaba con toda
tas, todo lo contrario, si supieras cuan deprisa van, desearías que en verdad se detuvieran. Once meses no son nada comparado
cuna- ¿dónde está tu marido? casi son las veinte ho
una, besando la frente de su hija- i
s cuestionándose qué estará haciendo su rubio loco ahorita. La pulsera plateada de su muñeca
su cara- ¿Keng? -paralizada y sin pestañear, una lágrima desciende por su mejilla.
gran charco de sangre. Sin respuesta alguna, la pelinegra no se rinde en traer a su esposo de
yas... no me dejes. ¡Respóndeme
e quedan. Levantarlo fue como sentir una punzada en medio pecho,
sangrentado, no le presta tanta atención hasta después de besarlo y gritar a pulmón seco. Sus manos temblaban m
rrosas y sin aliento, las logra leer en silencio. Ab
s, el futuro que necesitan. Las deudas me tienen por el cuello y mi cabeza tiene precio. Es mi muer
idad de cerrar con fuerza sus ojos ardiendo, sus pestañas moj
ero creo que, sin mí, vosotras tendréis un futuro mejor. No me digas cursi, sabes bien que desde el día en que me dijiste que querías todo bien romántico, y
esecha como copa rota- ¿QU
en la puerta al instante de ver
echa una piltrafa. Destrozada, gris como cada milésima escama de las alas de una ma
ron varias empleadas, entre ellas Khloe. Sargentos de cargos importantes y niveles altos rondan los pasillos del castillo de Hōkō. Fo
n shock. Vagando su vista en las negras sábanas que cubrían el cuerpo de
que la educarás, hazle saber que la amo más que a mí vida misma y que si he hecho
tiene firme en sus manos, tampoco sus pasos deambulantes. T
ga en vuestra felicidad. El día de nuestra boda juramos amarnos hasta que la muerte nos separara, pero yo te juro, mi amor, que ni la muerte me separará de tí. Desde el cielo
T
tortura no solo con los comentarios de los invitados, también con e
os arden de lágrimas, de no poder enfocar un punto en específico. No lo encuentra, no lo
- ¡AHHHHHH! -vuelve a gritar, pero esta
nas cabizbajas. El dolor de la apreciada reina hace eco en cada salón real, cada calle del reino; has
da- ¡NO, NO, Y NO! -repit
más de la que le dió segundos atrás. La huele y hunde su cara en ella, llorando. Encoge sus rodillas hasta su pecho, ahí dónde
pagado, contraído y sordo. Solloza al cuello de la camisa. Aferrada a la manta con su aroma, su f
ecos. Derrotada por la vida una vez más. Sin tener su mano confidente que la levantaba con un abrazo cada noche y cada
permiten. El grito imperceptible, perdido en las plumas internas de la almohada, que se intensificó al
ar las uñas en las palmas de sus manos como si de soplar se tratara; l
-se inclina de lado, rozando su mejilla con su hombro. Se le hace demasiado difícil entender lo que ya no es reversible-. Nuestro vinito añejo... -r
a pausa
ue estés logrando en el cielo -su voz la abandona en la última palabra -besa el rostro de él en el cuadro de cristal, dejando la lágrima correr libre por el marco-. Yo también te amo... con todas mis fue