img Olvidarte sería olvidarme. Yueliang/Libro I  /  Capítulo 2 Regreso. | 40.00%
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Historia

Capítulo 2 Regreso.

Palabras:2858    |    Actualizado en: 09/12/2023

lo I:

la a

ante como el café de cada mañana. Y así como este, Keng es el latido que impulsa e

és, dibujando círculos en el hombro del c

ola más a sí y fijando su mirar

que castigarte -bromea el rubio coqueto, haciendo que su sonrisa pr

r cubriendo su rost

e te diga lo

rgüenza, pero eso no impide que le mire a

o a la mejilla de la reina, sin hacer nada más que palparla para que ella se exalte-, porque de

baja. Sueltan ambos un ligero gemido. Tan de cerca están sus bocas chocando aliento con aliento. Nariz con

sonriendo antes de él ir a por otro be

por el brazo y la vuelve a

e la niña. La carga y acuesta sobre su desnudo pecho. Ronda y en vueltas pasea la ha

mirar la carita de su pequeña adormilada- tan linda,

frota su naricita repetidas veces contra el torso de él, la madre se acomoda en la cama con plane

cita de la niña- belleza divina como tu mami. Ni l

carcajadas, ve de reojo a su muje

stada en su brazo. En tanto él se encamina a sentarse en la cama- esa silueta desnuda que vez detrás de mí es la diosa de t

ebrazo mientras él se balancea de un lado a otro

decía na

al deja escapar una sonora risita para luego lamer

sí -descansa una palmada suave e

esas ideas, dejando besitos sobre

nudillos, sus ojos; dándole la esp

der, no seas así de pesada como tu madre, que me maltrata -en un pu

sin notar que su esposo está sonriendo

a a tararear una canción, paseando por toda la habi

... p

sposa abre los ojos de forma tr

todavía desconcertado, pero con una a

la niña entre babas

sa. Observando, detenidamente con sus ojos zafiros, las artic

o para levantarla y mover la boca con lentitud a c

a bebé aprieta los labios,

ápido y emocionada al pararse a

e el ceño al verla descubierta, alg

a tomar la niña, pero él se lo impide, provocan

oso-. Además, tú no tienes ropa y eso no es educativo para una bebé

a dando unas palmadas en

jos-, papi te quiere mucho, mucho -besa sus cachetes, conquistando otr

Pa

ndo su pijamita blanco de flores rosas. Desvelada, Lié se acerc

dirá mamá -le besa la frente, in

uea, jugando con los finos c

mi fa

uosos habían dado golpe años atrás, pero la llegada de su bebé se convirtió en el motor de cada día

aranja. Ella no aludía las supersticiones de su esposo, pero sí daba gracias por vivir cada latido de su corazón junto a su amado. Ansiaba con toda

tas, todo lo contrario, si supieras cuan deprisa van, desearías que en verdad se detuvieran. Once meses no son nada comparado

cuna- ¿dónde está tu marido? casi son las veinte ho

una, besando la frente de su hija- i

s cuestionándose qué estará haciendo su rubio loco ahorita. La pulsera plateada de su muñeca

su cara- ¿Keng? -paralizada y sin pestañear, una lágrima desciende por su mejilla.

gran charco de sangre. Sin respuesta alguna, la pelinegra no se rinde en traer a su esposo de

yas... no me dejes. ¡Respóndeme

e quedan. Levantarlo fue como sentir una punzada en medio pecho,

sangrentado, no le presta tanta atención hasta después de besarlo y gritar a pulmón seco. Sus manos temblaban m

rrosas y sin aliento, las logra leer en silencio. Ab

s, el futuro que necesitan. Las deudas me tienen por el cuello y mi cabeza tiene precio. Es mi muer

idad de cerrar con fuerza sus ojos ardiendo, sus pestañas moj

ero creo que, sin mí, vosotras tendréis un futuro mejor. No me digas cursi, sabes bien que desde el día en que me dijiste que querías todo bien romántico, y

esecha como copa rota- ¿QU

en la puerta al instante de ver

echa una piltrafa. Destrozada, gris como cada milésima escama de las alas de una ma

ron varias empleadas, entre ellas Khloe. Sargentos de cargos importantes y niveles altos rondan los pasillos del castillo de Hōkō. Fo

n shock. Vagando su vista en las negras sábanas que cubrían el cuerpo de

que la educarás, hazle saber que la amo más que a mí vida misma y que si he hecho

tiene firme en sus manos, tampoco sus pasos deambulantes. T

ga en vuestra felicidad. El día de nuestra boda juramos amarnos hasta que la muerte nos separara, pero yo te juro, mi amor, que ni la muerte me separará de tí. Desde el cielo

T

tortura no solo con los comentarios de los invitados, también con e

os arden de lágrimas, de no poder enfocar un punto en específico. No lo encuentra, no lo

- ¡AHHHHHH! -vuelve a gritar, pero esta

nas cabizbajas. El dolor de la apreciada reina hace eco en cada salón real, cada calle del reino; has

da- ¡NO, NO, Y NO! -repit

más de la que le dió segundos atrás. La huele y hunde su cara en ella, llorando. Encoge sus rodillas hasta su pecho, ahí dónde

pagado, contraído y sordo. Solloza al cuello de la camisa. Aferrada a la manta con su aroma, su f

ecos. Derrotada por la vida una vez más. Sin tener su mano confidente que la levantaba con un abrazo cada noche y cada

permiten. El grito imperceptible, perdido en las plumas internas de la almohada, que se intensificó al

ar las uñas en las palmas de sus manos como si de soplar se tratara; l

-se inclina de lado, rozando su mejilla con su hombro. Se le hace demasiado difícil entender lo que ya no es reversible-. Nuestro vinito añejo... -r

a pausa

ue estés logrando en el cielo -su voz la abandona en la última palabra -besa el rostro de él en el cuadro de cristal, dejando la lágrima correr libre por el marco-. Yo también te amo... con todas mis fue

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