hermosa joven cuyos ojos tan azules como el cielo, despertaron su interés de inmediato. Eso y que también era muy atractiva. Su piel nívea y sin imperfeccione
eados hombres que iban y venían del mundo del gobierno. La mayoría eran empleados de bancos, abogados, periodistas y también senadores. El capitolio estaba muy cerca de allí. Era una calle muy
se detuviera, en ocasiones le compraban rosas y se las obsequiaban a el
res en una esquina de la capital del país. En realidad no le avergonzaba, era lo poco que ganaba
nrosada cuando alzo la vista hacia su cliente y le dio el c
s! ¿Señor, compañía un
de los bufetes cercanos. Su impecable traje gris y sus zapatos de cuero b
no una rosa grande y roja para él.
ñor? - pregun
un cheque de 1000 dólares. Vivían, frunc
fuerza, asqueada, a pesar de que aquella cantidad equivalía
eñor.
en sus grandes ojos - Piénsalo. ¿N
pondió ella molesta, dá
ad - susurro el ho
dije
e estremeció, negó con la cabeza y se dio la vuelta para seguir vendiendo sus flores. Pasaba con frecuencia, había uno que otro hombre que pretendía ofrecerle dine
bre la gran cesta y comenzó a guardar el di
lado de la calle. La joven no era muy agraciada que digamos - No dejaré que r
lo su compañera - Podrías irte a la otra
ra envidia. Desde que Vivían comenzó a vender rosas del otro lado de la calle
ampoco interfería con los clientes que ellas llamaban propios, en ocasiones enviaba algunos a ellas. Pero, no se acobardaría ni les
no te vas a trabajar al club de la calle de ab
rme. Eso podrían i
rde o temprano, terminarás siendo
irada asesina. Se dio la vuelta y tomo la cesta para volve
el médico había mencionado, que ya estaba demasiado avanzado, solo quedaba darle calidad de vida hasta el momento final. El tiempo que Vivían trabajo en la escuela de Ballet, fue maravilloso, desde pequeña había tomado clases, su madre la había complacido y ella tenía el sueño personal de llegar hasta El Ballet del Bols
pensar en lo que no podía cambiar.