FINAL DEL
da en el
o Wald
Matisse Studio http
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tac
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ítu
ntos y un olor a pólvora en el ambiente, había estallado ya la revolución
inero el gordo José Ramón Sigala. Cierta noche, éste sintió algo de pena al ver llegar a aquel desdichado hombre que quería mitigar su dolor ahogándose en vino. Esa vez, él hab
c?- preguntó el cantinero a
avor g
i licenciao - dijo al trae
i cuento
o todas las noches hasta
rente gordo! ¡Me voy a
o? ¿se va
do a que ella regresara pero no fue así.
quién y
que soy, lo que queda de mí - di
ida; no es para que visite este tipo de lugares. Váyase le
el hombre señalando su corazón - ¡Es una pena
una pena de amores
olvidarla... me
ntonces
o... - dijo sereno bebie
uste siguiendo un recue
ados con obstinación... Por eso me he tirado a la borrachera y a
mi lic... Y se puede saber ¿quié
hace poco más
l presidente de la república; por aquel entonces, don Porfirio Díaz. El joven y apuesto J. Arizmendi, a sus 25 años se había vuelto uno de los secretarios personales e imprescindibles del presidente; y por lo mismo quería deslumbrar
cía a la perfección la casona al final del empedrado en la calle catorce. El hombre desconocía la historia que había entre la jovencita que buscaba y dicha casona. Ella conocía bien el lugar ya que trabajó en esa propiedad por años, de hecho allí había nacido. Su madre al m
a que ella terminara sus diligencias al interior de la tienda de abarrotes. Y ya que era la única mujer en el negocio
-una adinerada anciana que vivía en el centro del pueblo-,
tierna sonrisa de la muchacha. Pero en ese momento no comprendió lo que estaba sintiendo y permaneció inmóvil; como rep
sin poderla alcanzar
fiada, intentó apretar
brazo haciéndola girar hacia él; mientras
preguntó sintiéndose hipnotizado e
indefensa; y a la vez su corazón la
anscurriera lento, y sus almas se hubiesen reencontrado después de mucho
egunta - reiter
a razón no podía em
aso? - preguntó
berándose de é
que me ofenda sujetánd
ijo Vidal tocándose la mejilla - ¿Trata a
eñor, pero esa no es mane
cha integridad p
¡Oh vaya! ¿Piensa que sólo una señorita d
r su frase, cuando fue golpeado por la mujer. Pero su orgull
espetar... pero ya veo que no es así - dijo él con sarcasmo in
ue él se ofreciera a ayudarla; por el contrario, la mi
de pie e hizo el in
venido a ofrec
e ya cuento con uno! -
reír cruzándo
erezco p
ó mirándolo de fr
el empleo yo sería su patrón. Es de
con un empleo... y si me
Cuidar a una anciana e
eso? Acaso me ha e
una chiquilla pero ya
le habló
de llaves que la administre. Alguien que conozca muy bien la propiedad. Pidiendo i
andar, cuando Vidal sonriendo, le salió al paso cami
nar así. Me p
jer que conociera la casa a la perfección, algo en s
ldo que le paga la anciana ¿qu
ee que puede
dinero para sacar a su
miró inc
todo usted si es u
olvió a
de prisión y liquidaré los adeudos por los cu
ice? - preguntó e
y mismo podría ver a su padre y sin descontarlo de
re es usted? ¿Qué e
lario para una... - dijo Vid
da? - replicó l
lemente la atención en cada detalle del rostro de la joven. Se sentía extrañamente preso de su personalidad, de
al evitando verle al rostro -..
terés por una simp
é mi c
mo reprochándol
a nadie... Acepta mi propuesta ¿si o
re padre, estrechó la m
rumbo a su carreta-. La espero mañana a las ocho en punto en el
ritó ella- ¿Y qué
s ya debe est
sabía que y
colocándose su sombrero, para después subir a su
ontrados hacia él. Por un lado quería volver a abofetearlo, y sacarle los ojos al notar su sonrisa de super