nar, solíamos escalarlo cuando íbamos de mi casa a la de ella. Era mucho más cómodo para noso
e madrugada y mucho menos en una situación de vida o muerte. No lo dudé una milésima de segundo. Cerré los ojos y me d
idos innecesarios. Estaba demasiado
supliqué zar
eros o detonar en su oído una granada. Así cayesen truenos o
uve la respiración hasta que percibí el calor de sus mejillas. Luego, revisé su pecho y disfruté aletargado cada rítmico compás. La Pequeñaja descansaba con tr
interior y me quebraba los tuétanos de los huesos y los cartílagos. Apenas me sentía la punta de los dedos. Les masajeé para hacerles en
en frente de Patricia! Aunque estuviese dormida, no me parecía digno. Con es
cundarios masculinos, pero tenía las hormonas fuera de control. El esbozo del bigote y los g
laridad. Estaba convencido de que había despistado a Gumersindo y a su camada de cerberos. Sin embargo
jar un chiquero a mi paso, tenía preocupaciones de mayor peso. Ya inventaría
preferencias sexuales fuesen puestas en duda. Pronto desistí. La Pequeñaja era treint
de pata. Vivíamos en el siglo XXI, la era de la información, el Internet y la pornografía gra
que apenas cubría la parte superior de mis muslos. Intenté desenredar la ti
ruo del armario, y la idea de que su mejor amigo se había quedado varado tras robar flores en el jardín del comisario del pueblo s
ioné la boca con mis dedos e inmovilicé su cuerpo con el peso del mío. Sus dientes ro
aún más los ojos y continuó luchando. Todavía no diluci
rmitirle moverse bajo mi panza. Busqué calmarle con las únicas ideas que se me ocurriero
mí o resolveré tus tareas de matemáticas por el resto de
esas. Alguna de ellas ten
uí? -musitó ella entr
zco, sé que no te conformarás con la versión corta.
tes. Estaba claro que le dolía porque mudó su expresión de «no sé q
golpes -me reprochó adoptando
n mi dedo meñique para probar mi inocenc
se le bajaría la hinchazón y la excursión n
su pijama rosa de Minie Mouse. Me fue imposible retener una carcajada. ¡Olor a
esión furibunda. ¡Y eso que aún no había visto el destrozo ca
vidad. Acabaría con esta situación aunque eso sig
a mala noche y el caos que h
gió afilándose las garra
, a mi
es más vagos con que me he topado,
os. Se le había ocurrido una pérfida
e el últim
y me atacó con una ametralladora de rencores.
los dulces debían andar vagando todavía por su sistema d
suelo siete. ¡Siete! Puedo justificar el trancaz
on exageración y se empinaba sobre la punta de los pies. En sus fantasía
ia la bandera blanca y
os que me corresponden. Lo prometo. -La r
negativas que me había aportado mi maldición mientras Pat
uvo y retomó las
e -aseguró levan
es lo que deseas -
í pidiese el cielo y las estrellas, n
en el baile d
a veracidad de su propuesta. ¿Sería una trampa? Recién comenzá
as en
y retomar el sueño justo donde me interrumpiste. Estaba sentada
les -protest
la has arrebatado con crueldad. Un baile de gr
rato justo. Como las promesas se las lleva el viento,
______
os
locista de ori