equeña playa entre rocas, al borde del último camino asf
s, en una patrulla solitaria, y desde enton
a vieja que había llevado en el maletero. Tenía una botella de agua, dos empanadas de pescado
, con el cabello suelto y una camisa blanca que apenas se
ella, sin
No sabía si debía abrazarla o no.
o su mano sobre su pecho, justo sobre el lugar d
verte -dijo
de todo. De Antonio. De tu mamá. De las miradas. De l
iró a los o
Y por eso
mar, compartiendo la comida sin hablar demasiado al pri
nos minutos, Javi
as a verlo... no sabía si ir a bu
-preguntó ella, sin ironí
miedo, más miedo me da perder lo que
os pies de la manta y los ent
tro era inevitable. Y yo también lo creí durante mucho tiempo... porque nadi
ndo. Tragó saliva. Cuando hab
que te hago
iró. Sin
Como si por fin estuviera decidiendo algo p
o. Triste. Feliz.
ro hacer las cosas bien. Aunque me duela. Aunque a veces quiera a
suave, como si tocara algo fr
a las expectativas de nadie. Si algún día te pertenezco a ti, será po
encontrándose otra vez, lentas al principio, pero
, y el mundo volvió a reducirse a eso: a un beso le
dos y el cielo oscureciéndose sobre sus cabezas, Javier le p
os a hace
uedó mirando el cielo, como si la
cueste. Aunque nos duela. Pero no pienso solt
frente, sin prisa.
primera vez en dí
entos d
e estaba en juego. Sabía que el camino no sería fácil. Que Antonio no se rendiría. Que el
más... pero también
y yo... estoy li
entos d
zón de Javier bajo su mejilla, Marina entendió que
ría. Que vendrían reproches, p
: "Si amar a este hombre es un error