NA JÁ
Había algo en su actitud, en esa sonrisa que parecía reservada para las cámaras, que me sacaba de quicio. No entendía por qué tantas chicas lo idealizaban. Y ahora, por su culpa, toda la banda estaba en el ojo del
ta? Ya tenemos que
trario, era fantástica. Aun así, no dejaba de sorprenderme. Este desfile no se parecía en nada a los que solía asistir. Era un
os en veinte minutos -dijo Keyla, que estaba detrás de
imiento?» El miedo a fracasar me atenazaba.
demonios iba a poder mirarla a los ojos sin perder la compostura?» Y ahora que iba a trabajar para ella... La ansiedad me invadía. Al baj
spondí-. Es una
mundo -añadió Silvia-. Si haces un
-. Me estás ponien
le -insistió-. Es una
ico que hacía era in
con la suya y entramos juntas al edificio. Silvia me dio una palmada en la espalda y me indicó con la mir
tomarme una foto c
nrisa divertida y deposit
o recuerda que este show se grabará. Po
. Pero quiero un
dándome unas palmaditas en
etalle. Observé con admiración el trabajo del diseñador y su asistente, cómo moldeaban las prendas sobre los cuerpos como si estuvieran esculpiendo una obra de arte. La escena me trajo recuerdos de mis propias sesiones de alta costura, donde la precisión y el detalle eran igualmente importantes. Sin embargo, allí, la lencería, con su crudeza y su cercanía al cuerpo,
prendas que el diseñad
idad que había sentido al observar a las otras modelos. Sin embargo,
un probador circular, oculto tras una cortina de lino-. Pruébate
salir, tras probarme ambas opciones, me repetí que no era tan terrible. Podía manejarlo. Las prendas, de líneas sencillas y escasa tela, contrastaban drásticamente con los elaborados dis
ark. Fruncí el ceño, desconcertada. ¿Qué pintaba él en un evento como este? Y entonces, al levantar la vista, lo vi. Estaba allí, irradiando una confianza casi arrogante que me crispó los nervios. ¡Él también iba a desfilar! La incredulidad me invadió. «¿Esto es una broma?» El nerviosismo que sen
than al otro lado era una distracción constante. Cuando llegó mi turno, sentí su mirada clavada en mí. Levanté la vista y nuestros ojos se encontraron. Por un instante, el tiempo se detuvo. Y entonces, el desastre. Tropecé con mis