img Entre las redes de la mentira: Todo por amor  /  Capítulo 2 La separación | 13.33%
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Historia

Capítulo 2 La separación

Palabras:2053    |    Actualizado en: 15/03/2025

que Fernando se calmara. El eco de sus pasos resonaba en el lugar, enmudecido cami

. Había llegado el momento de revelar una verdad

dijo, haciendo un ademán hacia

ani. Su relación siempre había sido armoniosa, superando juntos las dificultades que habían surgido en el pasado. Durante sus tr

Lo miró con una mezcla de frustración y tristez

quemaba la garganta y apenas podía respirar. Sentí que aquel sería mi final. Pero entonces, entre la osc

en tus manos y, sin dudarlo, creí que tú habías sido mi salvado

mo el aire se volvía denso a su alrededor, como si de repente el incendio del pasado aún ardiera en

u

empre le pesó más de lo que estaba dispuesto a admitir. Nunca expresó en voz alta su inseguridad, pero ahí estaba, latente, como una sombra persistente. Siempre s

? -mur

azo. En ese instante, todo cobró sentido. Los recuerdos que parecían difusos regresaron con fuerza, encajando como piezas de un rompecab

hablast

quince

s rodillas. Su mente daba vueltas, tratando de asimilar lo que acababa de escuchar. La re

rdo grabado en su memoria como una verdad inquebrantable. Pero ahora, esta nueva pieza lo cambiaba todo.

me lo dijiste antes?

procesar l

ifícil aún no había sido dicha. Fernando bajó la mirada, incapaz de sostener el peso d

a y ahí estabas tú, inconsciente en una camilla. Fui contigo al hospital, me quedé a tu lado todo el tiempo, esperando que despertaras. Cuando lo hi

r el dolor de Melani. Se levantó de su asiento y lo enfr

ción no puede basarse en mentiras ni engaños,

a lo que ella se refería. Por un momento, el silencio fue insop

, llamó para saber de ti. Respondí el teléfono y le mentí. Le dije que ya tenías novio, que su relación había quedado en el

hubieran golpeado físicamente. Las lágrimas comenzaro

ién le arrebataste a Luis la posibilidad de cerrar ese capítulo

s hombros caídos, derrotado por la

ror por miedo, por egoísmo... por amor. Pero estoy dispues

r si sus palabras eran sinceras, pero la herid

arreglar. No después d

a en ese momento sería insuficiente. Melani, con una mezcla de

es de salir, dejando a Fernando solo,

in detenerse a mirarlo, estiró la mano hacia la silla donde había dejado un pantalón de mezclilla y una blusa holgada, y se los puso rápidamente.

tela desde el momento en que Luis le reveló la verdad. Durante días, había trasladado discretamente la mayoría de sus pertenencias a casa de su amiga Abigail, asegurándose de que Fernando no lo notara. Solo h

sus ojos como una película de momentos felices, risas compartidas, abrazos en la madrugada... pero también de mentiras, de silencios pesados, de verdades ocultas. Un

tivamente, bajó la vista y sus dedos encontraron la pulsera que Fernando le había regalado horas antes. La acarició por un momento, dej

a última vez para mirar la habitación. El lugar donde había compartido tantas noches con Fernando. El espacio que

lió, dejando atrás no solo una

us muslos, y sus manos entrelazadas colgaban entre sus piernas, como si todo el peso del mundo las arrastrara hacia el suelo. Llevaba la misma camisa blanca que había usado desde la

al abrirse. Unos pasos se acercaban, rompiendo la quietud, y aunque no levantó l

ándose,

riño

era serio. Fernando corrió hacia ella,

hablemos...a

sfixiando!- ella grita

taba, la perdería para siempr

r, déjame... entien

a. Avanzó un par de pasos mientras se dirigía a la

erando- soltán

hasta la calle. Observó en la

ó un fuerte dolor en el pecho, lo

r tu corazón, Melani". Mientras un

ausencia de Melani. No se detuvo en la sala ni miró a su alrededor. Fue directamente hacia la

o el amor, donde las risas se mezclaban con susurros en la madrugada, donde se prometieron amo

lanceándose levemente como si también lamentaran la pérdida. Abrió las gavetas una por una, revisando cada compartimento, cada rincó

ma. Frunció el ceño y se agachó lentamente. Era la pulsera. La misma que

s con fuerza. El peso de la realidad cayó sobre él como una ola impla

como un niño desprotegido. Su respiración se volvió entrecortada hasta que el llanto lo dominó por completo. No era

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