que Fernando se calmara. El eco de sus pasos resonaba en el lugar, enmudecido cami
. Había llegado el momento de revelar una verdad
dijo, haciendo un ademán hacia
ani. Su relación siempre había sido armoniosa, superando juntos las dificultades que habían surgido en el pasado. Durante sus tr
Lo miró con una mezcla de frustración y tristez
quemaba la garganta y apenas podía respirar. Sentí que aquel sería mi final. Pero entonces, entre la osc
en tus manos y, sin dudarlo, creí que tú habías sido mi salvado
mo el aire se volvía denso a su alrededor, como si de repente el incendio del pasado aún ardiera en
u
empre le pesó más de lo que estaba dispuesto a admitir. Nunca expresó en voz alta su inseguridad, pero ahí estaba, latente, como una sombra persistente. Siempre s
? -mur
azo. En ese instante, todo cobró sentido. Los recuerdos que parecían difusos regresaron con fuerza, encajando como piezas de un rompecab
hablast
quince
s rodillas. Su mente daba vueltas, tratando de asimilar lo que acababa de escuchar. La re
rdo grabado en su memoria como una verdad inquebrantable. Pero ahora, esta nueva pieza lo cambiaba todo.
me lo dijiste antes?
procesar l
ifícil aún no había sido dicha. Fernando bajó la mirada, incapaz de sostener el peso d
a y ahí estabas tú, inconsciente en una camilla. Fui contigo al hospital, me quedé a tu lado todo el tiempo, esperando que despertaras. Cuando lo hi
r el dolor de Melani. Se levantó de su asiento y lo enfr
ción no puede basarse en mentiras ni engaños,
a lo que ella se refería. Por un momento, el silencio fue insop
, llamó para saber de ti. Respondí el teléfono y le mentí. Le dije que ya tenías novio, que su relación había quedado en el
hubieran golpeado físicamente. Las lágrimas comenzaro
ién le arrebataste a Luis la posibilidad de cerrar ese capítulo
s hombros caídos, derrotado por la
ror por miedo, por egoísmo... por amor. Pero estoy dispues
r si sus palabras eran sinceras, pero la herid
arreglar. No después d
a en ese momento sería insuficiente. Melani, con una mezcla de
es de salir, dejando a Fernando solo,
in detenerse a mirarlo, estiró la mano hacia la silla donde había dejado un pantalón de mezclilla y una blusa holgada, y se los puso rápidamente.
tela desde el momento en que Luis le reveló la verdad. Durante días, había trasladado discretamente la mayoría de sus pertenencias a casa de su amiga Abigail, asegurándose de que Fernando no lo notara. Solo h
sus ojos como una película de momentos felices, risas compartidas, abrazos en la madrugada... pero también de mentiras, de silencios pesados, de verdades ocultas. Un
tivamente, bajó la vista y sus dedos encontraron la pulsera que Fernando le había regalado horas antes. La acarició por un momento, dej
a última vez para mirar la habitación. El lugar donde había compartido tantas noches con Fernando. El espacio que
lió, dejando atrás no solo una
us muslos, y sus manos entrelazadas colgaban entre sus piernas, como si todo el peso del mundo las arrastrara hacia el suelo. Llevaba la misma camisa blanca que había usado desde la
al abrirse. Unos pasos se acercaban, rompiendo la quietud, y aunque no levantó l
ándose,
riño
era serio. Fernando corrió hacia ella,
hablemos...a
sfixiando!- ella grita
taba, la perdería para siempr
r, déjame... entien
a. Avanzó un par de pasos mientras se dirigía a la
erando- soltán
hasta la calle. Observó en la
ó un fuerte dolor en el pecho, lo
r tu corazón, Melani". Mientras un
ausencia de Melani. No se detuvo en la sala ni miró a su alrededor. Fue directamente hacia la
o el amor, donde las risas se mezclaban con susurros en la madrugada, donde se prometieron amo
lanceándose levemente como si también lamentaran la pérdida. Abrió las gavetas una por una, revisando cada compartimento, cada rincó
ma. Frunció el ceño y se agachó lentamente. Era la pulsera. La misma que
s con fuerza. El peso de la realidad cayó sobre él como una ola impla
como un niño desprotegido. Su respiración se volvió entrecortada hasta que el llanto lo dominó por completo. No era