sacaba con manos temblorosas y la releía bajo la tenue luz de la lámpara de su mesita de noche. Nunca había pensado que unas pocas palabras escritas e
carta no significaba nada más que un simple gesto de gratitud. Pero algo en sus palabras, en la forma en que describía el frío de la gue
, una noche fría de diciembre tomó
mado
nutos, al leer mis palabras, pudiste olvidarte de la guerra. Me dices que el frío no solo es el del clima, sino el de la incertidumbre y la soledad. Supongo
a. Es curioso cómo la nieve puede hacer que hasta el mundo más roto parezca hermoso. ¿Recuerdas algu
que est
apre
Mart
o tenía certeza de que la carta llegaría a su destino. Ni siquiera sabía si James seguiría vivo cuando la recibiera. Sin embargo, había algo
vo grupo de heridos, y con ellos, más vidas al borde de la muerte. Elena hacía todo lo posible por
n pequeño almacén del hospital, una de sus c
vuelto a
de Elena di
e q
era le entregó el sobre y le g
ta en las manos. Su pulso se aceleró mien
ida E
belleza en este mundo. Es extraño cómo algo tan simple como la nieve
los trigales y el sonido del viento entre los árboles. De niño solía acostarme en el pasto y mirar las nubes pasar, inventando historias sobre e
veces, me cuesta recordar quién era antes de esto. Pero por alguna razón
por es
apre
me
ro también una chispa de algo más. Algo que la hacía querer seguir escribiéndole, seguir conociendo
he, volvió
mado
arlo: los campos dorados, el viento moviendo las hojas, el cielo des
dí a un joven soldado que me contó que, antes de la guerra, soñaba con ser pian
ría a no olvidar. Quizás eso sea lo único que podamos hacer por ahora: recordarnos a nos
e sigas e
ca
en
respondencia que se
o de la tormenta. Cada una traía consigo fragmentos de un hombre y una mujer que, a pesar de esta
on sus compañeros, el ocasional respiro de una noche estrellada antes de otra batalla. Elena, en cambio, le contaba so
olo un intercambio casual. Se convirtieron en
vez más evidente: en medio de una guerra que todo lo destruía, estaban construyendo al