img Entre el pecado y el destino  /  Capítulo 4 4 | 7.27%
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Historia

Capítulo 4 4

Palabras:1127    |    Actualizado en: 07/03/2025

ento improvisado que habían montado a las afueras del pequeño pueblo, rodeados de árboles altos que apenas permitían que la luz de la luna se filtrara entre sus ramas. L

de la caballería. Su cuerpo estaba erguido, preparado para lo peor, pero la preocupaci

se disipaba. Sabía que la persecución no solo la involucraba a ella, sino a toda su familia. Su padre no toleraría que se burlaran de su aut

guntó Elena, su voz quebr

on suavidad. Su mirada transmitía seguridad, pero e

su mente estaba en alerta, calculando cada posible salida, cad

scapar de lo que la esperaba. Pero no era solo la huida lo que la inquietaba ahora. Era el hecho de que, por primera vez, estaba completamente a la me

hacían más intensos, más cercanos. Elena podía sentir cómo la adrenalina comenzaba a recorrer

jinetes, vestidos con ropa oscura, sus figuras recortadas contra el cielo nocturno. Elena sintió cómo su corazón se ac

a voz temblorosa, aunque su expresión

escuchado rumores sobre la capacidad de su padre para controlar su familia y

. -Las palabras de Alejandro resonaban con una firmeza que poc

ensación de liberación. Finalmente, tendrían que enfrentarse cara a cara con la autoridad de su familia. Ya no se trataba solo de escapar; era una luch

a su padre. Su porte altivo, la mirada fría y calculadora, la voz grave que parecía resonar en cada rincón del mundo que dominaba. Don Luis Alarcón er

rano esto pasaría. Pensaste que podías huir de mí, que podías escapar de lo que t

peso de sus palabras le presionaba el pecho, pero no iba a ceder. N

unque temblaba por dentro-. Soy dueña de mi vida, y ya no voy

hacia ella, la furia

ahora vas a pagar por tu desobediencia. No voy a dejar que te vayas con él, con ese hombre que no es más que un si

a que sus palabras eran solo amenazas vacías para un hombre que nunca había entendido lo que era el

os firmes-. No lo haré. Y no importa lo que me hagas, ya no hay vu

aron con la furia que solo un hombre como él pod

idora! -ordenó, mir

erpuso entre ellos, su cuerpo tenso como una cuerda

era clara, y Alejandro, con la mirada fija en Don Luis,

table. La lucha por el control de Elena y

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