e de la Agencia de Inteligencia Lycan. Aunque había demostrado ser un héroe para el equipo, ella le advirtió que no pusiera en peligro a los de su especie. Rylee había sido una vez el amante de su
ebelde, te ordenará que veas a tu
odo, él ayudaría a rescatar a su compañero. -Esta
stá fuera de peligro
ido. -Mientras esté a s
specie como para saber que un alfa m
un favor,
sangre de Stallo y es irresisti
-Me interrumpiste ante
spiró-. Lo siento. Sólo me e
tie
ré a trabaja
eja. -Supongo que M
mente rec
olverá a
ha ido de mi casa. No viajará má
ra a Estados Unidos, la comprobaría de todos modos. Se aseguraría de que otros alfas nunca percibieran su olor. Aunque
-Suenas c
Qu
cesidad de llamarme Dr. Parker,
faltarte e
uedes llamarme How
enta de que te preocupas lo suficiente
s, Lo
s, Do
alya. Abrió su maletín, sacó un teléfono desechable y marcó el número del agente ruso capaz de localizar a casi cualquier persona, d
noches N
uestro radar durante casi u
ed y, por tu propio bienest
n buscas
en, la doctora
ra, e
para no desper
e había acostado con ella una vez,
gui
su trabajo anterior, direc
noche tropical templada. Las oscuras nubes de tormenta convertían la tarde en un anochecer temprano. Llevaba allí dos semanas y, por fin, tenía la casa para ella sola. Maggie había ido a celebrar el Año Nuevo con su novio en su casa y no volvería hasta el 2 de ene
scos. Quién iba a decir que le encantaría escuchar música retro a la ant
braciones de borrachos a unos pasos de su puerta le venía muy bien. De todos m
a las joyas ocultas. Ella solo quería descansar y pensar en su futuro. Inmediatamente, Maggie había encontrado un traba
por el horror de ser secuestrada por Boko Haram, en lugar de a la enfermedad del ébola. El tratamiento de la enfermedad suponía peligros inherentes, pero no ver a gente asesinada brutalm
qué era normal y qué no, o decidió no llamar la atención por la obvia mentira. Mary puso los ojos en blanco y regresó a la cocina. Demasiado tarde para actuar como un padre cariñoso. Mary sacó la pizza del c
atio trasero. Salvaje, pero con brillantes ojos azules entrecerrados mirándola. No como el tipo de lobo que había visto en Yellowstone o en zoológicos, sino uno del tamaño de un oso y con ojos que brillaban como zafiro
. Cuanto más pensaba en sus muertes, más se preguntaba si había sido un brujo nigeriano quien utilizó hechizos mágicos contra sus secuestradores. Siempre creyó en la c
n cerradas. Un relámpago iluminó la habitación otra vez, seguid
de resonó fuera de la ventana de la c
hacia la ventana. Su corazón latía con fuerza en sus oídos. Mañ