u oficina en el piso 35, Alessio Di Carlo observaba las luces de los autos que se deslizab
guntó, con voz fría y corta
r. El embarque llega
que sobresale y cae en su frente, y una ligera sombra de barba ocultaba las grietas en su alma. A sus 31 años, era el hombre más temido de la ciud
estido negro absorbiera más agua de la necesaria. Había pasado la tarde en los tribunales defendiendo un caso que no tenía f
ta, no tenía idea de que la vida estaba a punto de ponerla cara a
o sobre su cabello castaño oscuro. Miró a su alrededor buscando un lugar vacío y, tras
o sentarme aquí?
con mirada decidida y un aire que contrastaba con la hostilidad
rle demasiada atención, era un sim
e ambos, hasta que Alessio rompió la barrera
trabajas t
acostumbrada a que extraños le hablaran
con cautela sin agrega
mplicados, pero ya estoy aco
s ojos, pues ella hablaba mirando por la vent
esante ayudar a
e no hay que rendirnos, confío en que la just
hacia ella.Valeria lo miró con más atención esta vez
más a quien ayudar, aunque nadie quiere perder, pero n
n sorbo de su café y desvió la mirada hacia la ventana. Al
cuando el teléfono de Valeria son
ndo tras de sí, un rastro de curiosidad en el hombre al que,
tan fugaces como los relámpagos. Pero esta vez, algo había cambiado. Aunque todavía no lo sabía, esa mujer era