me rápidamente. Las sábanas aún guardaban el calor de nuestros cuerp
ó la mujer a mi lado, cuyo nombre apenas recordaba. Sus ojos, húmedos y suplic
mor es una maldita pérdida de tiempo. Todo en mi vida p
al cabo, quien recibe un regalo no debería llorar. Yo aprovecharé lo que la vida me o
r convencerme de quedarme, algo que no haré. Su voz temblaba, cargad
solo una distracción efímera. Adiós -declaré con firmeza, mi voz era
itar insultos tras de mí. No las culpo; pasar una noche apasi
ionar, sentí el impacto de
dió entre las paredes desnudas del cuarto. Tomé
dido sin que lo mencionara. Ni siquiera las mujeres logran llenar ese vacío que, lejos de disminuir, parece crecer con cada encuentro fugaz.
en la ciudad. Necesitaba despejar mi mente, encontrar un respiro en medio del caos, porque incluso
da, un hombre que hace y deshace a su antojo. Pero en el fondo, algo falta, algo que
magnífica; todo parece diminuto y a la vez eterno. Las luces que salpican el firmamento añaden un toque de magia a la esc
do que las preocupaciones se desvanecieran
camino de regreso h
puerta. Es un hermoso husky, con su pelaje grisáceo y sus ojos vivaces que reflejan lealtad inquebrantable. Lo
un alma solitaria, que no confío en nadie. No es que no confíe, simplemente no quiero hacerlo.
. Mis anteojos eran prendas de burla, y vivía humildemente mientras mis compañeros presumían de sus viajes y las compras que les hacían
propia y siempre tenía una sonrisa en el rostro, aunque no fuera dirigida hacia mí, sino hacia David, su estú
onsolarme. Eso me hizo amarla aún más. Pero al final, solo fue eso, un gesto de compasión. Nunca hablamo
ísico cambió totalmente. Pasé de ser el chico gordo, feo y sin gracia, a uno de los hombres más ricos, heredero en vida de
la regadera. Disfruté de un baño reconfo
quien rápidamente subió a la cama y
s día de contrataciones, y me gusta encargarme personalmente de seleccionar a mis