la mañana, pero fue la voz en el teléfon
-dijo una voz gra
aún el peso del sue
su casa ha sido cancelada-. Un sentimiento de alivio cargado de asombro se ap
re su propiedad-. Mis sentimientos de
mblaron al sujetar el teléfono
mi voz- ¿Quién está reclamando la prop
n el Juzgado Central de Highland Park a las 9 a. m. Por favor, sea puntual. Gracias -la lla
-murmuré-, perpleja, cubrie
a mugrosa y el cabello desordenado. Eran solo ecos, pero se sentían tan cercanos. Descalza, recorrí la casa, notando cómo el aire frío me envo
na de las cosas que solía adorar y que mi madre siempre elogiaba, ahora parece un recordatorio de lo que se ha roto en mí. Vivi
Y ahora, aquí estoy, la única heredera de los Ford, enfrentando la desolación de un legado arruinado. Las deudas han llevado al banco a tomar nuestra mansión, y yo me encuentro buscando distracción en un bar noc
a mesa de noche, me pongo mi bolso negro, termino de arre
abía acompañado estos últimos años en los que mi familia quebró y tuve que vender mi lujoso Mercedes. Las calles de mi misterioso pueblo en la noche lucían más sombr
El enorme cartel con el nombre impreso
bailaba y cantaba como si no hubiera un mañana, y me dirigí
pero otros eran muy irrespetuosos, algo a lo que ya estaba acostumbrada. El DJ paró la música para tomar el micrófono; era un chico nuev
ome suavemente al darse cuenta de que
añera de trabajo por la que había desarrollado un gran afecto
pesar de ser hermosa, también era muy amable, algo que es muy cierto, ya que fui criada con una excelente educación, dado el
olo mirarlo podía sentir su imponente presencia; su cabello, tan negro como la noche, caía denso sobre sus hombros. Tenía un porte de un hombre de unos 30 años, pero que daba la impresión de tener muchos más. Vestía un traje negro que, aunque lujoso
poco nerviosa por la apariencia de aquel sujeto
da. ¿En qué puedo ayudarlos? ¿Desean tomar algo? -le
a mujer pelirroja con un tono arrogante y apar
aban un poder y una intensidad que parecía sobrenatural. Yo lo miré también y un terror, y a la vez deseo,
su aspecto, lo que le añadía una sensualidad que jamás h
aron para irse. Yo fui a limpiar la mesa mientras salían. La mujer pelirroja, de pie, era muy alta y hermosa, pero él, era enorme, de complexión robusta como sacado de una re
re que no puedo explicar. Pero volví a mis labores; tenía
fui al baño a intentar arreglar mi cabello y apariencia marcada por la mala noche. El espejo reflejaba
on una sonrisa compasiva de alguien que ha sufrido tanto como
do, pero logré llegar unos