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Michelle regresó hace dos meses a la ciudad y cada tarde tiene como pasatiempo favorito ver el atardecer. Pero no cualquier atardecer,sino su atardecer o sea su vecino Dylan que se sienta en el otro tejado a escribir en un pequeño cuaderno. Todo esto cambiará un día...por 15 minutos de retraso. Un Dylan que no es lo que parece,un cuaderno con una historia oscura y una chica metida donde no debe. -Michelle,eso es muy peligroso. Los cuadernos ocultos no deben abrirse, esconden secretos que no deben ser revelados. Las chicas curiosas siempre se ponen en peligro.
Abro mis ojos después de que un molesto sonido interrumpiera mi sueño durante unos minutos.
Dejo escapar un pesado bostezo para seguidamente revisar el reloj al otro lado de la mesa de noche, son las 7:17 pm.
- ¡Oh no! No puede ser Michelle te has quedado dormida - me reclamo levantándome de golpe y subiendo rápido las escaleras que dan al techo de mi casa.
Ahí está él, pero no como siempre, sino muy en el borde de su tejado con la punta de sus pies descalzos al aire.
Mi pecho se aprieta.
- ¡Dylan! - grito desesperada.
Él lanza una fugaz mirada con sus grisáceos ojos llenos de lágrimas para después dejarse caer completamente.
- ¡Nooooo! - Mis ojos se abren como platos y un grito desgarrador abandona mis labios.
Mi cuerpo se paraliza por un momento, pero en cuestión de segundos reacciono. Bajo a trote las escaleras mientras con mis dedos temblorosos marco por ayuda.
- Él se ha tirado del tejado - vocifero siendo poco específica a la persona al otro lado de la línea telefónica.
Me piden la dirección, estoy tan nerviosa que he olvidado por completo el nombre de la calle.
- Casa # 53, frente a la gran Iglesia Católica (única en toda la ciudad) - indico y corro hacia la casa de mis vecinos, sin aliento y con el Jesús en la boca.
Trato de abrir, pero la puerta está cerrada.
Mi padre aparece detrás de mí, agarra firmemente mi lastimado puño, con el que golpeaba en vano la puerta.
- Michelle reacciona ¿qué pasa?
- Papá rompe la puerta - pido muy asustada.
- Michelle, mírame - dice agarrándome por el mentón -. No puedo hacer eso.
- Que la tires abajo, se ha lanzado del tejado - grito con claro tono de enojo en mi voz.
Tras escuchar esas palabras mi padre busca una piedra en las macetas que adornan el frente y la lanza con fuerza contra el cristal, para seguidamente meter su mano por la hendidura alcanzando la manija.
Pisando los pedazos de vidrios rotos y a toda prisa me abro paso hacia el jardín.
Lo encuentro ahí, tirado en el césped rojo por su sangre.
Es la primera vez que estoy tan cerca de él y en la peor circunstancia que yo jamás hubiese imaginado.
No lo pienso dos veces al quitarme mi blusa blanca y quedarme en sostén.
Levanto delicadamente su cabeza, aguantando firmemente con la tela para que no pierda más sangre. Lágrimas brotan de mis ojos sin control y muerdo mi labio inferior.
Su rostro está enrojecido e hinchado. Sus ojos cerrados, como muerto. La sangre saliendo por su nariz y oídos.
Aún puedo sentir sus débiles latidos con mis manos.
- Dylan quédate conmigo - murmuro suplicante.
Mi padre llama nuevamente al hospital dónde le confirman qué ya la ayuda está de camino. Luego avisa a los padres de Dylan...
Algunos vecinos rodean la casa tras parquearse la furgoneta médica; que llegó muy rápido porque el hospital queda a solo tres calles de nuestro barrio.
Los paramédicos no me permiten dejar de sostenerle la cabeza y debo subir con ellos a la ambulancia.
Ya no pienso nada, mi mente está completamente en blanco, mirándolo y sujetando su cabeza. Miedo es lo que me invade en este momento, muchísimo miedo.
Al llegar es necesario que continúe aguantándolo hasta que entramos al quirófano donde aguardan los cirujanos que actúan de inmediato.
Salgo de allí y camino perdida por los pasillos del gran hospital; como un zombi, sin rumbo, ni dirección. Estoy en shock y me dejo caer al suelo.
Mis manos, mis rodillas y mi pecho semidesnudo manchados de sangre.
Lágrimas a mares cayendo por mis ojos tristes y temblando por los nervios acumulados.
Siento como papá me abriga con su saco y un instante después aparece una señora gritando como loca, comienza a agitarme por el costado.
- ¿Dónde está mi hijo? - Repite una y otra vez - ¡Mi hijo, mi Dylan!
Es su madre y yo ni siquiera la reconocí.
Papá interviene y apartándola de mí, la conduce a una esquina donde habla con ella con el objetivo de calmarla, pero no funciona.
Posteriormente intenta sacarme de aquí, aún con el nudo en mi garganta le susurro: - Aquí me quedo.
- Pero hija ya has visto mucho, vamos a casa para que puedas darte un baño -dice con un tono de preocupación en su voz.
- Aquí me quedo - reafirmo.
Los gritos de la mamá de Dylan hacen ecos en mis oídos y mi mirada cae sobre mis ensangrentadas manos.
¿Por qué Dylan? ¿Por qué lo hiciste?
Ayer estabas tan sonriente como siempre. ¿Qué paso Dylan? ¿Qué cambió? -me preguntaba para mis adentros.
Eva, la madre de Dylan se acerca a mi lado, completamente desmoronada y sin habla. Su semblante decaído y sus ojos un tanto rojos. Me sorprende en un abrazo y percibo algo romperse dentro de mí.
Duele muchísimo.
Cada segundo se vuelve milenios. Nuestra angustia aumenta con creces.
Con su corbata desanudada y ahogado entre sollozos, llega el padre, arrodillándose frente a nosotras.
***
El doctor sale a la sala donde todos esperamos ansiosos, incluso mi mamá ya está conmigo, abrazándome y acariciando con sus finas manos mí cabello carmín.
Ya lo han operado. Aunque está muy delicado autorizan a sus padres para que puedan entrar a verle a cuidados intensivos.
- Gracias ángel, mi hijo está vivo gracias a ti - agradece la señora Eva tomando mi mano para besarla.
Aún estaba procesándolo todo, gracias a como reaccione, a tantas series de medicina que he visto, gracias a los héroes de batas blancas, gracias a Dios,... Dylan está vivo.
Tras tanta insistencia mis padres logran convencerme de ir a casa ya que no me dejarán verle. No aún...
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