/0/16176/coverbig.jpg?v=4d055436174da9ec39bf37883da7e368)
Bajo el sol de Cancún, dos almas destinadas a encontrarse, Jason y Alejandra, se ven envueltas en un torbellino de pasión y peligro. Un amor prohibido nace entre secretos susurrados y miradas furtivas, mientras un hombre obsesionado teje una red de celos y amenazas. ¿Podrá este amor desafiar las sombras que se ciernen sobre ellos?
El sol de Cancún quemaba mi piel con una calidez que se sentía casi como un abrazo, un contraste perfecto con la brisa marina que me acariciaba el rostro. Hundí los pies en la arena húmeda, disfrutando de la sensación de los granos entre los dedos. El sonido de las olas, un murmullo constante, se mezclaba con la música de Chris Brown que resonaba en mis audífonos. Abrí los ojos y contemplé el paisaje: la playa vibraba con la energía de la gente, familias riendo, niños corriendo, mujeres con trajes de baño que dejaban poco a la imaginación.
Era la postal perfecta de unas vacaciones paradisíacas.
Estaba aquí con mi familia y mis mejores amigos, Alicia y Eduardo. Mis padres habían organizado este viaje como el gran final del verano, una última aventura antes de que mi hermana Alejandra regresara a España. Alicia, Eduardo y yo habíamos decidido quedarnos unos días más en Cancún antes de volver a la rutina en "El Lector Infinito". Alicia, siempre eficiente, como Manager en Jefe, ya estaría planeando las próximas campañas. Eduardo, por su parte, como Editor en Jefe, seguro estaría buscando nuevos talentos entre los escritores emergentes. Y yo, como jefe del departamento de diseño, tendría que ponerme al día con los proyectos pendientes.
Una sonrisa se dibujó en mi rostro al pensar en Eduardo. Seguramente estaría en la barra del bar de la playa, desplegando todo su encanto con alguna turista desprevenida. Negué con la cabeza, divertido. La música me envolvía y, cerrando los ojos por un instante, me dejé llevar por el ritmo. Sin darme cuenta, comencé a caminar por la orilla, absorto en mis pensamientos. Siempre me pasaba igual: la música me transportaba a un mundo propio, donde podía desconectar de todo. Era mi refugio.
De repente, un golpe me sacó bruscamente de mi ensimismamiento. Caí de espaldas sobre la arena, con el peso de alguien más encima. Abrí los ojos de golpe y me encontré con un par de ojos verdes que me miraban con genuina sorpresa y una pizca de vergüenza. Eran grandes, expresivos, enmarcados por largas pestañas oscuras, y tenían un brillo peculiar, una intensidad que nunca antes había visto. Su cabello oscuro, recogido en una trenza informal, dejaba al descubierto un rostro de facciones delicadas y una piel morena que brillaba bajo el sol.
-Lo siento mucho... -murmuró una voz suave, casi imperceptible a través de la música que vibraba en mis oídos, protegidos por los pequeños audífonos inalámbricos blancos que apenas se veían entre mi cabello.
La joven intentó levantarse, pero tropezó de nuevo, tambaleándose peligrosamente. Instintivamente, extendí mis brazos para evitar que volviera a besar la arena «literalmente», pero su torpeza, combinada con la notable diferencia de alturas «yo con mi metro noventa y ella... bueno, diría que apenas superaba el metro sesenta, aunque ahora mismo, tan cerca, me costaba calcularlo, estaba demasiado ocupado con... otras cosas», conspiró para que terminara apoyando ambas manos justo en mi pecho. Hasta ahí, todo más o menos normal, un rescate playero estándar. El problema fue dónde apoyó el resto de su anatomía, digamos, más allá de las manos. Digamos que hubo un contacto... fortuito... con una parte de mi cuerpo que no esperaba tener tan cerca de una desconocida, especialmente tan... animada. Digamos que mis... joyas de la corona... sintieron la repentina cercanía de... ya saben. Fue como si un pequeño y travieso duendecillo hubiera decidido usar mis pantalones como trampolín, pero sin avisar. Pude percibir el dulce aroma a vainilla de su aliento, un aroma que, en otras circunstancias, habría disfrutado. Pero en estas... digamos que la vainilla competía con una repentina sensación de pánico escénico mezclado con una extraña... ¿excitación? No, no, eso no podía ser. ¡Era pánico! Sí, pánico. Era increíblemente hermosa, sí, pero en este momento, la belleza era lo de menos. Mis neuronas estaban en modo de emergencia, intentando procesar la situación sin que pareciera que me había convertido en una estatua de sal. Sus labios rosados, con el inferior ligeramente más carnoso, me hipnotizaron por un instante, pero mi cerebro estaba demasiado ocupado procesando la situación... allá abajo. Era como si tuviera un reflector apuntando directamente a... la zona sensible. Y para colmo, sentía que me estaba sonrojando.
Sentí un calor súbito subir a mis mejillas, extendiéndose hasta mis orejas. ¡Maldición! ¿Me estaba sonrojando por eso? La sangre me latía con fuerza en las sienes. No me pasaba desde... bueno, desde que tenía quince años y mi prima me pilló viendo... ya saben. Una sensación extraña, una mezcla de nerviosismo, incomodidad y un ligero toque de... ¿vergüenza ajena?, me recorrió el cuerpo. Me sentía torpe, expuesto, como si estuviera bajo un potente reflector que iluminaba justo esa parte. Intenté disimular, apartando la mirada por un segundo, pero la cercanía de su rostro me obligaba a volver a mirarla. Sus ojos verdes brillaban con una mezcla de sorpresa y vergüenza, totalmente ajena a la crisis que se estaba desatando en mis pantalones. Y yo, atrapado en su mirada, me sentía cada vez más nervioso. La situación era... íntima, demasiado íntima para un encuentro casual en la playa. Y demasiado... apretada.
Pero entonces, se movió. No supe bien qué fue, tal vez la forma en que ladeó la cabeza, como intentando evaluar la situación, o cómo sus manos se aferraron un poco más a mi pecho, como buscando estabilidad en medio del caos que había provocado. Pero algo en su movimiento, quizás un ligero roce más... persistente, me pareció... peligrosamente inapropiado. Una oleada de incomodidad, casi pánico, me invadió. Era como si de repente la situación se hubiera vuelto demasiado íntima, demasiado rápido. Sentí que algo dentro de mí se tensaba, despertando sensaciones que no quería reconocer, pensamientos que prefería mantener enterrados bajo siete llaves. Sin pensarlo, con un movimiento brusco, casi violento, la aparté de mí, como si quemara. Necesitaba espacio. Necesitaba aire. Necesitaba huir de esa cercanía que me estaba desestabilizando a niveles estratosféricos.
Su expresión cambió al instante. La sorpresa y la vergüenza se evaporaron, reemplazadas por una furia que me heló la sangre. Sus ojos verdes, que antes brillaban con timidez, ahora me fulminaban con una intensidad que me hizo retroceder instintivamente. Sus labios, que momentos antes me habían parecido tan suaves, se tensaron en una fina línea. Antes de que pudiera siquiera parpadear, su mano se estampó contra mi mejilla con una fuerza que me hizo girar la cabeza. El golpe resonó en el silencio que se había creado entre el sonido de las olas y la música que aún, aunque ahora lejana, resonaba en mis audífonos. El ardor en mi mejilla era casi tan intenso como el pánico que me recorría el cuerpo. Maldición. Me había abofeteado. Y con ganas.
Estaba sentado en la arena, arrastrándome torpemente hacia atrás para crear algo de espacio entre nosotros, intentando procesar el caos que acababa de ocurrir. Ya estamos bien, Jason, me repetía mentalmente, intentando calmar los nervios que me recorrían el cuerpo. Pero no, nada estaba bien. Ella seguía ahí, tumbada en la arena, con una expresión que prometía tormenta. Me incorporé de un salto, sintiéndome culpable y terriblemente torpe.
-Lo siento... de verdad, lo siento mucho -balbuceé, extendiendo una mano hacia ella para ayudarla a levantarse.
Ella me fulminó con la mirada y, con un movimiento rápido y agresivo, apartó mi mano de un manotazo.
-¡¿Perdón?! ¡¿Eso es todo lo que tienes que decir?! ¡Me has tirado al suelo! -espetó, con la voz cargada de furia. Se levantó de un salto, sacudiéndose la arena del cuerpo.
Intenté explicarme, con las palabras atropellándose en mi boca:
-No, no fue mi intención. De verdad, yo...
Pero antes de que pudiera terminar la frase, mientras gesticulaba torpemente con las manos para intentar explicar mi involuntaria torpeza, mi brazo, en un movimiento desafortunado, rozó... otra vez. Esta vez, el contacto fue aún más... comprometedor. Rozó sus pechos. Un silencio sepulcral se instaló entre nosotros, roto solo por el sonido de las olas. El pánico me invadió por completo.
-¡Pero qué te pasa, idiota! -gritó ella, con la cara roja de ira. Me empujó con fuerza, haciéndome retroceder un par de pasos.
-¡No! ¡Espera! No fue a propósito, te lo juro. Yo... yo solo intentaba... -tartamudeé, sintiendo el sudor frío recorrer mi frente. Estaba entrando en un estado de nerviosismo que nunca antes había experimentado.
La situación se estaba saliendo completamente de control. Su mirada era una mezcla de furia e incredulidad. Antes de que pudiera procesar lo que estaba sucediendo, su mano se alzó y me abofeteó con fuerza, otra vez. Esta vez, el golpe me tomó completamente desprevenido.
-¡Eres un... un... pervertido! -gritó, con la voz temblando de rabia.
La acusación me hirió profundamente. La furia, que antes solo sentía ella, comenzó a crecer también en mí. Me sentía humillado, incomprendido, furioso. Sin pensarlo, con la adrenalina corriendo por mis venas, le devolví la bofetada. El silencio volvió a reinar, pero esta vez era un silencio aún más denso, cargado de tensión y hostilidad. La había golpeado. Yo, que nunca en mi vida había levantado una mano a una mujer, la había golpeado. El pánico se transformó en horror.
¿Qué sucede cuando el lujo, la fama y el amor se entrelazan? Jazmín Valastro, heredera de Éclat, está a punto de descubrirlo. La llegada de dos estrellas coreanas desata una cadena de eventos que la llevarán al límite. ¿Será capaz de elegir su propio camino en medio del caos?
En medio de escándalos mediáticos, la modelo Ariana y el cantante Ethan acceden a un romance por contrato. Lo que inicia como una estrategia publicitaria se transforma en una compleja relación, donde el amor y la fama chocan. ¿Será su amor lo suficientemente fuerte para sobrevivir al escrutinio público?
Jhazlym, después de vivir una serie de problemáticas que parecen nunca terminar, decide asistir a terapia en busca de ayuda, pero el universo juega a su favor para invitarla hacer una sanación que había ignorado por muchos años. Sanar la raíz de sus problemas: su padre. Sigue un ejercicio de escribir cartas a su padre a quien le cuenta todo lo que se perdió en su vida que la invita interiorizar para encontrar muchas vivencias que había escondido bajo mil candados en lo más profundo de su ser y al abrirlos es obligada hacer la sanación que la llevará auto conocerse, aprender amarse para finalmente recibir el regalo que el universo estuvo preparando para ella: su complemento. La persona que la va amar como ella lo hará y viceversa.
La vida de Candice dio un extraño giro la noche de su boda. Su marido, Greyson, no apareció para consumar su matrimonio. En su lugar, un desconocido irrumpió en su habitación y la violó. El matrimonio se convirtió en un infierno para ella. Mientras intentaba dejar atrás la pesadilla, su suegra aprovechaba cualquier oportunidad para desacreditarla. A Greyson, que debía apoyarla, le importaba un bledo. Al contrario, llevó a su amante a su casa. No pasó mucho tiempo antes de que Candice fuera expulsada de la casa. Todos pensaban que era una debilucha indefensa, sin saber que era una abogada extraordinaria. Llevó al hombre que la violó a los tribunales. Quería pagarle con la misma moneda. En el transcurso del proceso, descubrió estupefacta que el violador es el hombre más rico de la ciudad. Las cosas se le fueron rápidamente de las manos. El hombre intentó por todos los medios pedirle que se casara con él. Ella se dio cuenta de que se estaba buscando más problemas. ¿Cómo ella logría deshacerse de él pero acusarlo al mismo tiempo?
Después de que Ellie recuperara su verdadera identidad, se encontró en un inesperado matrimonio con el Sr. Thorpe, un hombre lisiado que era despreciado por todos. Su exnovio infiel aguardaba su arrepentimiento, mientras los demás la miraban con sorna. Sin embargo, para Ellie, su aclamado bar no era más que un proyecto secundario. Su vasta colección de joyas parecía trivial. Los mejores diseñadores estaban a su disposición. Poseía autos de lujo, grandes mansiones e incluso islas privadas. Tenía el poder de ganar prestigiosos premios y vengarse de su infiel ex y de la amante descarada de este. No obstante, para los extraños, su vida parecía aburrida, ensombrecida por la discapacidad de su marido. Un día, el Sr. Thorpe se levantó de su silla de ruedas, incapaz de mantener la fachada por más tiempo. "Ya no puedo seguir fingiendo. Mi mujer es demasiado extraordinaria", declaró. Ellie, con las manos en la cintura y los dientes apretados, se enfrentó a él: "¿Y el divorcio que prometiste?". Tocándole suavemente el vientre ligeramente abultado, el Sr. Thorpe respondió en voz baja: "¡En tus sueños!".
Clarissa Chapman, un día, al entregar preservativos a una habitación de hotel, descubrió que su cliente era su... ¿prometido? ¡Atrapó a su prometido y media hermana en la cama! ¡Solo entonces Clarissa se dio cuenta de que su novio de seis años la había engañado! ¿Qué es más ridículo? Su padre dijo que era porque ella no era atractiva y su hermana lo merecía más. Dejó a su prometido idiota, ¡se encontró con su Sr. Correcto en una aventura de una noche! Espera... ¿por qué este hombre se veía exactamente parecido al CEO multimillonario - Anderson Jordan en la televisión? Anderson era de muchas cosas, guapo, considerado y leal. Nunca imaginó que un apuesto como Anderson se enamoraría de ella, hasta ese día... Su familia de pesadilla la encontró, tratando de arrastrarla al pasado miserable... otra vez...
Ibiza fue invitada a un evento importante de la empresa para la que trabaja y allí se encontró con una desafortunada situación. Sin que se dieran cuenta le suministraron un fuerte afrodisiaco, el cual la hizo pasar la noche con un hombre supuestamente desconocido. Sin embargo, aquel hombre resultó ser uno de los hijos de su jefe, pero todo se tornó complicado cuando producto de esa noche ella quedó embarazada. ¿Qué sucederá cuando un padre rechace a su bebé sin haber nacido y encima de eso pretende que lo aborten? Esa es una buena pregunta si resulta que años después regresas en busca de perdón para enmendar el error que jamás debió de haber sucedido.
Eda Calloway y Christopher Davenport, se han unido en matrimonio por acuerdos familiares, claro que ninguno de los involucrados alberga sentimientos hacía el otro, es más Christopher siempre estuvo enamorado de su primer amor, Patricia Grenville, pero el amor no era más fuerte que los Imperios y los intereses familiares, aquello obliga a Christopher a tomar distancia de su gran amor. Patricia viaja a los Estados Unidos mientras que los Davenport cortan todo lazo y toda conexión de los enamorados, es así que Christopher empieza a sumergirse cada vez más en el mundo Empresarial hasta coronarse como uno de Empresarios más influyentes de Inglaterra, Escocia entre otros Países, hasta que sus familiares encuentran la candidata perfecta para su esposa.Eda Calloway, es el epítome de la dulzura y la fragilidad, una joven que irradia pureza y encanto con cada paso que da. Su inocencia, reflejada en su mirada clara y su disposición amable, es lo que la hace destacar en un mundo lleno de ambición y máscaras. Como heredera de la prestigiosa familia Calloway, Eda combina elegancia natural con una humildad que desarma incluso al más frío de los corazones.Los Davenport la han elegido como esposa del Gran CEO, Christopher Davenport, no solo por sus impecables conexiones familiares, sino porque Eda posee un aura especial, capaz de atravesar las murallas que Christopher ha construido a lo largo de los años. Su dulzura contrasta con el carácter frío y calculador del CEO, convirtiéndola en la pieza que equilibra y complementa su personalidad.Para la poderosa familia Davenport, Eda representa no solo una alianza estratégica entre dos linajes prominentes, sino también una esperanza de que su calor y bondad puedan suavizar el alma endurecida de Christopher, despertando en él emociones que ha mantenido enterradas durante años. Su capacidad de ver lo mejor en los demás y su inquebrantable optimismo la convierten en una figura única, destinada a marcar una diferencia en la vida del gran Davenport.
Amar y ser amada es lo que toda mujer sueña. Sin embargo, lo único que Debbie quería era el divorcio. Llevaba tres años casada con Carlos, un joven multimillonario a quien ni siquiera había visto la cara. Cuando por fin decidió poner fin a su irónico matrimonio e ir en busca de la felicidad verdadera, apareció su supuesto marido y le pidió que lo intentaran de nuevo. A partir de entonces, Carlos se sentía increíblemente atraído por el espíritu libre y salvaje de Debbie y se enamoró de ella. Él comenzaba a mimarla. Poco a poco, lo que había entre ellos se iba a convirtiéndose en una atracción irrefrenable. Esto es una extraordinaria historia de amor donde descubrirá que, a veces, el amor no está muy lejos de cada uno de nosotros.