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Tom es un hombre aparentemente sometido por su esposa millonaria. Cansado y humillado, Tom decide elaborar un plan para huir de su mujer; sin embargo, cuando sale mal, esta lo amenaza con quitarle a su hijo, por lo que, devastado, se rinde. Unas semanas después de ese acontecimiento que le demostró que su esposa era realmente cruel, este se reencuentra con uno de sus mejores amigos de la infancia, Kris Jones, el cual solía ser un actor de contenido adulto. Entre su desahogo, Tom le suplica a su amigo ayuda para deshacerse de su cruel mujer. Sin embargo, todo dará un giro inesperado cuando Kris la conozca, pues resulta ser una de las tantas mujeres con quienes se acostó en su vida de desenfreno. ¿Podrá Kris ser la salvación de Tom... o su destrucción?
Kris.
La vida da muchas vueltas y al final, siempre pone a cada persona en el lugar que merece.
Ese es mi fiel pensamiento. Me lo repito cada que veo, como ahora, fotografías de mis mejores amigos con su hermosa familia.
-¿Recibiste las fotos? -me pregunta mi amiga desde una llamada.
-¡Claro que sí, Les! Están preciosos...
Río para mí mismo cuando escucho los gritos de los niños al fondo de la llamada.
-¿Cuándo vendrás a Los Ángeles?
-Pronto, eso espero. Los extraño mucho.
-Le diré a Jane que deje de explotarte tanto -dice, refiriéndose a mi jefa.
Pero lo que mi amiga no sabe es que, soy yo quien se pone toda la carga encima, solo para distraerme lo más que pueda.
La llamada con Leslie termina minutos después con la promesa de que volveré a llamarla mañana.
Dejo el teléfono a un lado y me levanto de la cama cuando escucho el timbre sonar. Es el servicio al cuarto, así que con una sonrisa atiendo a la joven chica. Ella me mira, admirando lo guapo que sé que soy. Y solo puedo reír cuando ella se va porque, nunca deja de sorprenderme la forma en que las mujeres reaccionan a mi presencia. Mucho más cuando las recibo como ahora, en bóxer, y además erecto.
Últimamente he tenido que luchar con los efectos de no empotrar a cada mujer que me mire como esa chica. Desde hace unos años, incluso antes de salir de la industria, dejé a un lado mi promiscuidad.
Sí, solía ser actor porno porque me gustaba follar, amaba meterme en cada rincón por grande o pequeño que fuese. Iba a bares o clubes, en Los Ángeles o en diferentes ciudades, conquistando chicas deprimidas o demasiado energéticas, chicas que necesitaran un buen polvo, allí estaba yo.
No me bastaba con enterrar el pene en las actrices sino que seguía cada falda que viera. Y aunque he dejado esa mentalidad a un lado, mi pene no se rinde, sigue reaccionando a cualquier estimulo.
La última vez que follé lo hice porque estaba demasiado necesitado, pero en lugar de saciarme, me sentí vacío. Y la razón es porque ya no estoy buscando solo sexo por placer, quiero hacer el amor.
Quiero enamorarme, sentir que alguien me ama con la misma intensidad. Quiero sentirme en casa. Quiero saber qué se siente ser finalmente correspondido.
Me he roto el corazón dos veces por enamorarme de mujeres que sabía no me podrían corresponder. Y a pesar de que me la paso ocupado trabajando, observo, ¿quién me mira más allá del deseo?
El hecho de haber sido un actor porno, los atrae a mí, dispuestas a abrir las piernas sin que se los pida. Pero lo único que quiero es escuchar una charla a media noche, y sentir el corazón desbocado.
No es mucho pedir, sé que el destino tiene algo muy bueno para mí. Una mujer buena, con un corazón bondadoso, que se ría de mis chistes malos, y que esté dispuesta a abrirme su corazón, así esté herido, porque yo... soy un experto en proteger y cuidar lo que quiero.
Acabo con mi comida y me preparo para salir. Unos minutos después me veo al espejo y luzco perfecto, como siempre. Un smoking azul que por alguna razón resalta mis ojos. Perfume, cartera de bolsillo, teléfono, y estoy listo.
Al subir a la limusina me encuentro con París, Alan y Dylan, los tres actores porno destacados del mes en la empresa productora para la que trabajo, Mirror Passion.
Actualmente soy director del departamento de Marketing y Publicidad, así que tengo mucho peso sobre mis hombros, como ahora. Debo asistir a la gala de premios anual, para no solo dar la cara por la empresa sino que para vigilar a estos actores, y además, intentar cerrar un acuerdo con el director de una plataforma de streaming que se rehúsa a darnos respuesta inmediata.
-¡Sonrían para la cámara! -grita París, y entonces sonrío a su teléfono.
Unos minutos después estamos en la gala, siendo fotografiados, saludados por los fans y otros actores de otras casas productoras. Todo marcha bien, estoy acostumbrado. Sonreír, hablar poco y vigilar a los calienta camas que tengo a unos metros para que no se metan en problemas.
Cumplimos nuestro deber con éxito toda la noche, pero por mala suerte el director de la plataforma Streaming nunca llega, así que tengo que dejarle una nota escrita con su asistente.
Estamos de vuelta en la limusina rumbo al hotel, cuando intento convencer a tres cabezotas de que no es buena idea ir a algún club.
-Ohhh vamos, Kris Jones -anima Dylan, y los chicos la siguen coreando.
No puede ser. Tienen la misma alma fiestera que yo a su edad. ¿Cómo puedo decirles que no? Después de todo, es mi deber cuidarlos, así que no me despegaré ni un segundo de ellos.
Creo que me hará bien distraerme un rato.
-Bien, bien, pero solo tres horas. Mañana deben viajar de vuelta a Los Ángeles.
-¿Y tú te quedas? -pregunta París con un rostro interesado-. ¿Qué estarás haciendo?
-Eso no te incumbe -la señalo con una sonrisa, y la mujer ríe incapaz de molestarse.
Minutos después nos encontramos entrando a un club privado. Hay mucha música y parece que nadie conoce a nadie. Me recuerda a hace diez años y solo puedo dibujar una sonrisa. Qué tonto era al pensar que follando y embriagándome podría ser feliz, pero al menos ya quemé esa etapa.
Además, desde que pisé los treinta ya ni siquiera puedo madrugar, es una pesadilla cómo reacciona mi cuerpo después.
Entre música, gritos por parte de los actores, les indico que estén cerca para poder vigilarlos. Ya todos pasan de los veinte pero lo sé, se pueden escabullir.
Suspiro viéndolos bailar y me acerco a la barra para pedir un Gin Tonic. Me tomo el primero, y al segundo vaso me quito el saco. Hace mucho calor. Pienso dejar la bebida hasta aquí pero entonces, una voz desconocida habla antes que yo.
-Un trago más para ese... hombre... ¡Ese hombre que tú ves aquí...! -le dice al barman, señalándome, y yo me quedo estático pensando ¿de dónde demonios lo conozco? -. Tiene más huevos que todos los hombres aquí... jun-tos...
El hombre de barba, borracho, coloca una mano en mi hombro acercándose a mí, y por un momento pienso que es un fan, pero cuando alza la vista, mi sonrisa se expande.
-¡Tom Crowe!
-¡Y tú eres Kris... Jones! Mi amigo... Mi mejor amigo de... la prepa.
-¡La prepa! -resalto, porque no lo puedo creer. Me tardé en reconocerlo porque la última vez que lo vi era todo un hombre de negocios, y no lucía como ahora, como un indigente con ropa cara.
¿Qué diablos le sucede? Jamás lo había visto así.
-Qué bueno... verte...
Está tan borracho que no puede con su alma. Lo detallo, y me preocupo al ver heridas en su torso medio desnudo, sus manos se ven algo heridas también, y tiene un ojo morado.
Les doy un vistazo a los chicos y al encontrarlos bailando en su sitio, arrimo mi asiento hacia Tom. Él y yo realmente éramos mejores amigos, pero cuando me mudé de ciudad y comencé el porno, perdí contacto con él.
-Sí, Tom... ¿Qué hay de ti? ¿Estás bien? -pregunto preocupado, poniendo la mano en su hombro, pero este gime de dolor. Rápido hago a un lado su camisa y también lo veo, un moretón grande. Joder-. Tom, ¿quién te hizo eso? ¿Te atracaron?
Tom ríe a carcajadas, y luego, comienza a llorar. Soy rápido para darme cuenta que pronto vomitará así que le pido al barman algún recipiente, este me da un conservador de hielo vacío y Tom escupe toda su alma, en llanto.
Me apena su estado así que no voy a dejarlo solo. Después de unos segundos él se recupera. Sé que debo sacarlo de aquí, parece que anda solo. No lo entiendo.
-Tom, déjame ayudarte. Te ves muy mal, ¿qué te pasó? -insisto.
Y entonces él señala su anillo de casado, y con la frente pegada del granito de la barra, alza la voz para decirme.
-¡Soy un imbécil, Kris! ¡Soy un don nadie! Un maaldito fracasado que vive un infierno...
¿Y qué tiene que ver su anillo de compromiso?
-Está bien, Tom... Sácalo... -Palmeo un poco su espalda, temiendo que también tenga heridas allí.
Él llora, sin consuelo, y se me rompe el corazón. No había visto a un hombre llorar así desde mi actual mejor amigo, hace años. Mis ojos se llenan de lágrimas también, esperando que me diga cualquier cosa horrible, todo, menos lo que me confiesa.
-¡Mi mujer es una psicópata cruel, Kris...! Y yo soy un hombre sin huevos... Soy un inútil que no tiene opción más que soportar sus torturas.
Lo primero que procesa mi cerebro es... ¿Bondage, BDMS o dominación femenina? Hay algunas parejas que disfrutan el sexo haciendo cosas extremas, incluso infringir dolor pero... Tom no llora como si estuviera de acuerdo con eso.
-Tom... -lo llamo, arrugando la cara por la confusión-. ¿Qué me estás diciendo, amigo...?
El hombre pelinegro alza su vista hacia mí, y me toma de la camisa con sus manos al parecer quemadas. Mi cuerpo se eriza al ver su ojo morado de cerca, y el sufrimiento en su mirada.
-¡Mi mujer me maltrata!
Oh... Espera, ¡¿qué?!
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